marco, se habían daáo bellas maestras de vo'rrm- taS y energía, con absoluto desinterés y modestia, pues sus prácticas eran presididas por la soledad. La multitud estaba completamente alejada de los sitios donde se «hacíai» deporte, con gran contentamiento de los empresarios taurinos. Mucho, mucho hemos adelantado, pero es necesario desarraigar malas costumbres o ponerlas a la faz del sol para que se purifiquen. Es preciso capacitarse de la importancia que tenemos en el concierto deportivo mundial. Sí hemos conseguido ser «algo» hemos de sostener, sino sobrepujar, nuestro nombre. Tenemos el deber de hacerlo, pues si no nos tacharán de decadentes cuando más signos de potencialidad podemos dar. Nuestros atletas, nuestros «ases», y todos, en fin, han de comportarse de forma que estén pictóricos de entusiasmo y fuerza para las grandes luchas que se avecinan. Nuestro glorioso pabellón, tantas veces triunfante, ha de ondear con el mismo orgullo en las Olimpiadas próximas. Dora será la prueba;" seguramente será más costosa la victoria que en las pasadas Olimpiadas, por estar nuestros contrincantes más preparados a la palestra, pero si luchan con nuestro proverbial tesón, aumentado por concienzudos entrenamientos, les estará reservado un honroso y brillantísimo resultado. También hay que tener muy presente la nueva savia que viene a vigorizar el viejo tronco del deporte nacional. Hasta hace poco, era éste patrimonio exclusivo de contadísimas regiones españolas, ahora va prendiendo por doquier el deseo de emular las hazañas de los antiguos campeones. Soberbio plantel de jugadores y atletas pueden ser estas nuevas regiones hasta hace poco apartadas do nuestros desvelos;' Valencia es una bella realidad. Castellón y Murcia una halagüeña promtesa. Málaga, Zaragoza y otras aue cada día más incremento toman, ¿no pueden llegar a ser cuna de famosos deportistas? En las grandes pruebas mundiales en las que con tanto interés se comentan nuestros progresos, es imprescindible un tino singular en la selección de los que nos han de representar. Ardua tarea cargada de responsabilidades es ésta para los encargados de hacerla. Necesitan compenetrarse serenamente de la forma actual de los grandes atletas de cada región, y una vez avisados de que son los encargados de velar por nuestro prestigio deportivo, someterlos a un régimen y a un entrenamiento que los capacite para el tremendo esfuerzo que han de realizar. Oreemos firmemente que preparándose con tiempo y poniendo a contribución la voluntad de vencer y el entusiasmo que hasta ahora no ha fallado nunca a nuestros deportistas, ayudados por sólido entrenamiento,, pueden acreditar una vez más su inmensa valía. Los partidos entre Portugal, Bélgica y Francia, pueden ser para nuestros balompedistas un tanteo de sus propias fuerzas para el gran torneo de las próxhrras Olimpiadas. Conveniente de todo punto es que venzan en todos estos partidos para que lleguen a Par's con la aureola del vencedor y sean temidos desde el primer momento. Temporada es la actual que se presenta algo incierta. En ella podomos perder mucho de lo que con tanto trabajo hemos conquistado, o bien acrecentar nuestra fama hasta lo infinito. Como verdaderos deportistas, hemos de saber perder si a ello nos hacemos rr\erecedores, pero han de encaminarse todos nuestros esfuerzos en ser vencedores, porque lo podemos ser y lo hemos demoBtradn infinitas veces. Hagamos votos fervientes para que veamos otra vez triunfante en el pecho de nuestros atletas el glorioso pabellón que apabulló en Amberes tantas naciones... OBÜLLO Cómo deben regirse las Federaciones Regionales JOOOC33000C Lea usted UN COMITE CON PERSONAS AJmiS A LOS CLUBS SERIA LO MAS ACEBTAI>0 Va a comenzar la temporada oficial de football y es por ello por lo que deseamos recoger en nuestra crónica de hoy algo que al finalizar nuestra última etapa, jugamos de transcen-. dental importancia para bien de nuestro deporte favorito, el foot-ball, juicio que hoy quei-o mos sostenerlo. Se trata de la forma como han de regirse nuestras Federaciones regionales, tema al que los delegados de los diferentes clubs debieron dar la importancia que se merece y no como hicieron al parecer, dejarlo a un lado, aunque claro está, «para algunos tenía su razón de ser». Bien es verdad que nos referimos muy en especial a los clubs vizcaínos, pero no por eso dejamos a un lado al resto d© los clubs nacionales, ya que el tema presenta un interés sumo, sin olvidar que para cada región habían de amoldarse nuestras teorías a las circunstancias muy particulares de ellas, sobre todo en lo que se refiere a la catalana. Unicamente trataremos el tema en términos generales, ya que de ponernos a estudiar el asunto en sus detalles más insignificantes habíamos de tropezar con modificaciones que tienen lugar un día sí «y otro tambiéna. Desde luego estos pequeños detalles no influyen para nada en el fondo de la cuestión. La forma de regirse nuestras Federaciones en la actualidad deja mucho que desear. Sus directivas compuestas por delegados representativos de los principales clubs de la región, trae como consecuencia una lucha interna, una lucha peligrosa entre los diversos clubs, pues los elementos que en ella se ponen en juegx> son impropios del carácter eminentemente deportivo que debiera presidir en tSdos los actos federativoe. No es esta lucha, ni mucho menos la que tiene higar en los terrenos de juego, dnndo loe diversos contendientes ponen a contribución sus facultades, su inteligencia, su amor propio (bien entendido), su disciplina, esa disciplina que tan alto deja a los clubs cuyos jugadores saben sacrificarse, adoptando un régimen metódico, constante (para algo es un ségimen), una nobleza y sus conocimientos del juego en cuestión, lucha más o menos dura, pero siempre noble, sin rebasar sus verdaderos límites que tan bien definidos se encuentran, de forma que no se confundan con la brutalidad, pues» si en alguna ocasión loa rebasara, si en alguna ocasión esa lucha diera lugar a incidentes que tan poco dice do los causantes, de los promotores, creedlo bien, queridos aficionados, no sería consecuencia ra/ts que de esa lucha imnoble y asqueante que tiene lugar en las Directivas de nuestras Federaciones regionales. La lucha en el campo constituye el reverso de la desarrollada en las mesas de la Federación. En éstas el escarceo entre delegados, la opinión frente a otro, de un club cualquiera da lugar a suspicacias, a rencillas que máo tarde transcienden a los socios, de éstas al público en general, para terminar como final en los jugadores que se ven acometidos de eso mismo calor, exaltándose y convirtiendo los terrenos de juego en cualquier cosa menos en un campo de deportes, que quiere decir, nobleza ante todo. Esto hay que evitarlo. ¿Cómo? Prosigamos. Las Federaciones regionales tienen su reglamento. Ep este reglamento, como en casi todos, existen cláusulas para interprotar las cuales, se necesita un verdadero espíritu deportivo. Lo» clubs estún obligados, acatándolas Pero nadie ignora que estos señores delegados van a las Juntas de las Federaciones con el único fin de obtener el mayor provecho posible para su club. De no obtenerlos, bien sea con nobleza o sin ella, corre el riesgo da ser retirado del puesto que ocupa, o recibirá el desprecio de bus compañeros de Junta. (No de los bücíos en general). rara la mayoría de los casos que se pcesen» tan en las Fedoracionea, su regiAmento tiene ar- MEE UBRK tfeulos que le son aplicables para soluciona rioe. pero este es el momento propicio para que el delegado del club que fuere perjudicado con la adopción del citado artículo busque una solución y quiera interpretar o hacer interpretar a los demás con arreglo a sus conveniencias. Aquí es cuando so presenta la lucha a que nos referíamos anteriormente. Los clubs grandes con su poder pueden manejar fácilmente a los pequeños, con concesiones o amenazas y de esta forma obtener sus votos. La lucha de los grandes es formidable. Para quien salga vencedor el reglamento no sirve, en cambio el vencido (también grande) se explica ante la afición presentándose como un mártir, como un club escarnecido, atropeTlado.. . Pero tenftioé en cuenta (pie los papeles so invierten tal vez al siguiente año El vencedor en contra del vencido (atropellado desde luego) saca a rehicir armas poderosísimas falseando los téeminos y explicando su conducta ilegal, como producto de hipócritas deducciones. Antes de dar la solución que no somos solos nosotros quienes la proponemos, hemos de advertir que aun puede ser modificada y, como ya advertimos más arriba, terüendo en cuenta las circunstancias muy particulares do cada región. Todos sabemos y conocemos, «un mejor cada uno dentro de su comarca reepectiva, quo entro los aficionados existen personas quo perteneciendo o no a un chib cualquiera, se les considera rodeadas do cierto prestigio, de cierta autoridad, reconocida unánimemente, siendo sus juicios y su criterio aceptado en todas partes, teniéndolo muy en cuenta. Personas que viven completamente alejadas de eso que pudiéramos llamar poHtfcft en el foot-ball, pero quo |^>r el contrario, pueden advertírseles en cuantos actos deportivos se celebran en cada región. Pues bien, de estas personas cuyo prestigio, cuya autoridad, cuya rectitud, etc. ee tan nnAn imemente reconocida debemos aprovechamos encomendándoles el gobierno de nuestras Fedftracipnes, ostentando sus cargos desligados de toda representación de club es decir, con per-' sonalidad propia, libres do imposiciones de n*die y obrando con entera libertad y amplitud de facultades. Ese mismo prestigio y esa misma autoridad de que se les rodea ee la mayor garantía par» que los mismos cumplan con estricta rectitád su co« metido. Con un reglamento claro, conciso, terminante estos señores que nada tienen (jxno defender de los clubs en particnlar, llevarían la dirección del foot-ball en general en forma legal, pues todo su afán serla el hacer justicia y, como os natura!, todos sus fallos los harían inspirados en el artículo reglamentario que los defina y en su verdadero concepto deportivo, para el quo se croó. Creemos, poes, un comité compuesto da tuea, cuatro o cinco personaa a lo sumo, acompañadas de un secretario retribuido El encontrar las personas es cosa muy fácil, pues en todas las reglones hw existen y en abundancia. Procuremos al mismo tiempo que fueran personas de posición uii tanto holgada para proceder con más libertad, y no dudamos que muy gustosas so sacrificarían en aras del deporte quo tanto nos apasiona. Este Comité habría de resolver los asuntos por unanimidad, pues no dudarnos que Anta siempre existiría, y Si en alguna ocasión les f«?.(jura, podían dejar el asunlo en manos de la Asamblea de clubs, salvando así toda responsabilidad. Por lo que se refiero a la forma do dosenvolverso esto Comité, hemos de advertir la convev. nicncia de ser estudiado escrupulosamente pop los distintos clubs, pero sieropro a baae de uer componentes ajenos a los chiba, y con amplias facultades. Vayan pensándolo deten idamente y quizá nosotros en próximos artlculotí hagumem alguna r*< ferencia. PEDIU) MARIA CAVI RIA (u) KAKOWTE Bilbao. WX