H1SPANIA n.o 55 SO Mayo de 1901 Cerca de la orilla estaban las mujeres dignas de ser amadas; Gunter con sus huéspedes descendió de la barca dando á Brunequilda la mano. Haciendo graciosas cortesías, se adelantó Crimilda para recibir á Brunequilda y á su acompañamiento. Con sus manos se las vió separar las trenzas de sus cabellos para darse un beso: se lo dieron afectuosamente. Así dijo en tono amistoso la virgen Crimilda: « Seáis bienvenida á este país, por mí y mi madre y por todos nuestros fieles y amigos.» Ambas se inclinaron. Las mujeres se abrazaron repetidas veces. Cuando las damas de Brunequilda saltaron todas en tierra, muchos jóvenes guerreros llevaron de la mano á no pocas vírgenes, ricamente vestidas. Estas nobles jóvenes rodeaban á Brunequilda. Largo rato pasó antes que las salutaciones estuvieran terminadas; entre tanto más de una rosada boca besó y fué besada. Las hijas de los reyes estaban la una junta á la otra. Muchos famosos guerreros tenían gusto al contemplarlas. Las seguían con los ojos todos aquellos que habían oído decir que nada había más hermoso que aquellas dos mujeres: no había exageración en esto: nada de la belleza de sus cuerpos era fingido ni engañador. Los que sabían apreciar á las mujeres y sus amorosos cuerpos, alababan la hermosura de la esposa de Gunter. Pero los más entendidos decían que Crimilda valía más que Brunequilda. Juntas las unas á las otras se adelantaron mujeres y vírgenes; todas ellas iban lujosamente vestidas. Muchos pabellones de seda y gran número de tiendas estaban extendidas por el campo antes de llegar á Worms. Los parientes del rey caminaban á su alrededor. A Brunequilda y á Crimilda las llevaban por los sitios en que menos las dañara el sol: iban acompañadas por los héroes del país de Borgofla. Todos los huéspedes habían llegado á caballo; chocaron admirablemente las lanzas contra los escudos. Todo el campo quedó cubierto por una nube de polvo, como si el fuego lo hubiera envuelto: los héroes verdaderos fueron allí conocidos. Las mujeres miraban atentamente á los guerreros. Creo que el fuerte Sigfrido pasó y volvió á pasar con la espada en la mano por delante de los pabellones. Mil fuertes Nibelungos eran mandados por el héroe. Hagen de Troneja se adelantó por indicación del rey é hizo cesar los juegos caballerescos, para que el polvo no molestara á las hermosas jóvenes. Todos los extranjeros obedecieron inmediatamente sin violencia ninguna. Así habló el noble Gernot: « Dejad ahí los caballos hasta que refresque; iremos á acompañar á las hermosas mujeres hasta el palacio : así cuando el rey quiera cabalgar, todos estaréis dispuestos. » Cesaron inmediatamente los asaltos y abandonaron el campo para retirarse al abrigo de las tiendas, en las que el tiempo se pasó agradablemente. Los guerreros permanecían cerca de las jóvenes cuyos favores esperaban conseguir; así pasaron las horas hasta el momento de partir. A la caída de la tarde, cuando el sol principió á descender, el aire refrescó y no quisieron detenerse más: damas y guerreros se dirigieron á la ciudad. Con los ojos admiraban las bellezas de aquellas lindas mujeres. Manifestando su destreza, los buenos guerreros hicieron algunos asaltos para ganar trajes, según era la costumbre del país, hasta que llegaron al palacio donde el rey echó pie á tierra. Allí las damas fueron servidas por los caballeros según correspondía á su rango. En aquel momento se separaron las reinas. Uta y Crimilda se dirigieron á sus suntuosos aposentos, seguidas por sus acompañantes. Por todas partes se oían alegres gritos de satisfacción. Prepararon los asientos; el rey quería dirigirse al banquete con sus huéspedes. A su lado se veía la hermosa Brunequilda que ceñía la corona en el país del rey, y que estaba muy ricamente vestida. Muchas hermosas sillas estaban colocadas alrededor de buenas y anchas mesas, cargadas de manjares, según nos han contado. [De lo que podía desearse no faltaba nada! Cerca del rey estaban sentados los convidados más distinguidos. Los camareros reales servían el agua en copas de oro rojo. Inútil sería decir que en otra fiesta de príncipes fueron mejor servidos, porque nadie querría creerlo. Antes que el jefe del Rhin hubiera tomado el agua, Sigfrido hizo lo que debía hacer: le recordó su promesa, hecha antes de que vieran á Brunequilda en Islandia. Él le dijo: «Debéis recordar lo que me juró vuestra mano; que si alguna vez Brunequilda venía á este país, me daríais vuestra hermana: ¿qué se ha hecho de vuestros juramentos? En este viaje he realizado por vos grandes trabajos. » El jefe contestó á su huésped: «Con razón me habéis advertido. Mi mano jamás será perjura: os ayudaré lo mejor que pueda para que salgáis con bien de vuestro empeño.» Rogó cariñosamente que Crimilda compareciera á la corte. • Con muchas hermosas mujeres penetró en el salón, pero Geiselher le dijo en alta voz desde su asiento: « Haced que esas jóvenes se vuelvan: que mi hermana quede sola delante del rey.» Condujeron á Crimilda á donde estaba el rey: muchos nobles caballeros de distintos países estaban allí. Rogáronles que permanecieran tranquilos en el amplio salón; la señora Brunequilda estaba ya en la mesa. Ella no sabía lo que iba á suceder. Entonces el hijo del rey Dankwart dijo á su más próximo pariente: «Ayudadme para que Crimilda tome por esposo á Sigfrido.» Todos dijeron á un tiempo: «Muy bien puede hacerlo.» Así le dijo el rey Gunter: «Hermana mía, noble joven, que por tu virtud y bondad quede cumplido mi juramento. Te he prometido á un guerrero; si lo haces tu esposo, quedarán cumplidos mis votos.» La noble joven respondió: «Mi hermano amado, no es menester que me roguéis: haré siempre lo que me mandéis; que así sea. Amaré siempre, señor, al que me deis por marido.» Al escuchar esta declaración amorosa, Sigfrido se tornó rojo. El guerrero hizo sus cumplimientos á la hermosa Crimilda. Hicieron que el uno se aproximara al otro, junto á los demás parientes y le preguntaron si aceptaba por esposo al valeroso guerrero. Al principio el pudor cohibió á la joven, pero felizmente, para alegría de Sigfrido, no le duró mucho tiempo: la tomó por esposa también el noble héroe del Niderland. Estaba desposado con la virgen, ella con él; Sigfrido pudo estrechar en sus brazos á la hermosísima doncella: la noble reina fué abrazada después en la asamblea de los héroes. Después se dividieron en dos grupos. Frente al rey estaba sentado Sigfrido, teniendo junto á sí á Crimilda; servíanlos muchos hombres valientes. Los Nibelungos estaban sentados á sus lados. (Continuará) 194