Resenas vivir en una ciudad muerta, sin ningún tipo de servicios. Un ingeniero de Chernóbil muestra desde lejos el techo quemado de la central accidentada. Luego la càmara se introduce en el complejo nuclear y muestra la sala de control, los paneles de mando, y avanza por el interior de la planta hasta la zona de carga del reactor de Chernóbil III. Sólo un lienzo de pared separa esta unídad de la accidentada, la cuarta. Chernóbil III, integrada en el mismo edificio, ha permanecido siempre en funcionamiento. Una mujer escoge como lugar para su entrevista el estadio polideportivo de Pripyat, que se inauguró semanas antes del accidente. Hoy reconquistadas por la hierba, esas instalaciones nunca fueron utilizadas. La mujer rememora el pasado y distingue entre accidente e intención. El accidente fue un fallo técnico cuyas responsabilidades (políticas) no acierta a discernir, pero la decisión de mandar a la zona afectada reclutas desinformados e inexpertos (que fueron expuestos innecesariamente a la radiación) fue intencionada, deliberada en su inconsciència, "y eso fue lo peor de Chernóbil", sentencia la mujer, situando el accidente propiamente dicho en la esfera de la fatalidad. El guardiàn de un desguace de vehículos contaminados (aviones, helicópteros, automóviles, camiones) guia a la càmara por sus dominios y reflexiona sobre las consecuencias de la invisibilidad de las radia- ciones: los campesinos volvieron para cultivar los campos a pesar de la prohibición; otros se acercan al desguace para robar piezas, sin conciencia del riesgo que corren. La zona està poblada por vagabundos y bandas de saqueadores, tan invisibles como radiaciones. La mujer del estadio muestra su antigua casa, completamente destrozada. Otra mujer alude también a los vagabundos: por la noche se les oye pero no se les ve. La película de Geyrhalter se distingue claramente de los reportajes al uso porque sabé dar tiempo a la imagen y confia en la elocuencia de los materiales seleccionados La invisibilidad de la contaminación y la falta de información confieren a las declaraciones de la gente de la zona una atmósfera vagamente enigmàtica, de película de anticipación, que no deja de evocar, en varios sentidos, aquella premonitòria zona imaginada por Andrei Tarkovsky en Stalker (1979). Pripyat se transforma así, tangencialmente, .en una historia de seres rodeados por una amenaza que se extiende de forma imperceptible y de la que sólo unos pocos son cabalmente conscientes. Como intervalos entre las alocuciones, Geyrhalter inserta -iirónicamente?- series de pianos de algunos carteles de propaganda diseminados por la zona: desde un ridículo mandato imperativo a los científicos para que hallen remedio para la radiactividad hasta los que recomiendan la limpieza domèstica como medio para evitar los efectos de la contaminación radiactiva (literalmente, "las medidas de protección contra las radiaciones en el hogar garantizan un modo de vida sano"). Estos carteles aparecen como supervivència de otro mundo, exponentes de una concepción de la propaganda política que parece corresponder a otra època, pero que estàn ahí en 1998, con su anacronismo sólo aparente, que incita a repensar el presente y la imagen de una sociedad que se sirve de formas de adoctrinamiento propias de la guerra interior desatada por Stalin a comienzos de los afios treinta. Su anacronía refuerza esa atmósfera extraha que la película transmite. La forma en que Geyrhalter circunvala el accidente de Chernóbil es llamativa por su discreción. Es como si sobre el accidente nuclear no hubiera nada que decir, como si participarà de algún grado de inefabilidad, o como si todo fuera ya excesivamente evidente, y resultarà demasiado ocioso, o tosco, o grosero, anadir algo màs. Como si honradamente la única opción posible fuera la 3 y íd' CL a> "D QJ N 0 UI 111