(O muchacho y el jáven tocl·i lo juzgan según lo prejenfej el primero en favor de sus diversiones, el segundu en favor de sus deseos, y el oiro en favor y en fuerza de sus pasiones. En l;i edad viril juzgamos comunmenie según lo pasado en favor de nuesna v.midad , ambición, é interés. El anciano en fin juzga según lo venidero en favor de su reposo, y desprecia lo presente por predilección de lo pasado. Las diferentes condiciones en que el hombre vive, son oíros tantos motivos del modo particular de ver y juzgar de cada uno. El sabio juzga las mas veces en favor de su amor propio: al ignorante ciega su preocupación y el interés: el codicioso avalora á sus semejantes según el peso de sus riquezas: el pobre todo lo ve debajo el colorido de la envidia. Los grandes juzgan muy a menudo segun los placeres, etiquetas y la ambición que los domina: y el plebeyo según el deseo y la posibilidad de imitar á los grandes. Para el libsnino es sagrado lo que no pone freno alguno á su disolución: y para el fanático todo lo que uo lisonjea á su egoísmo, es sospechoso y abominable. Hasta la moda egerce un influjo sumamente poderoso sobre nuestro modo de juzgar; ó por mejor decir, lo tiraniza. Lo que hoy es bello, bueno, y perfecto se considera mañana como feo, malo y contrahecho, porque ha cesado de ser de moda. Se juzga al hombre segun el corte de su vestido, segun la elercion do voces y espresiones preferidas por la moda, y según ciertas contorsiones y gesticulaciones adoptadas hoy como distintivos del gran mundo, y mañana desechadas y puestas en ridículo por el mismo. Hay moda también en las ciencias y artes, y hasta sn el modo de pensar y obrar. La educación misma, esta base de toda felicidad, está sujeta á la moda y principalmente en la claje de los grandes: asi por ejemplo, poco tiempo hace en cierta nación y en algunas que la imitaban por moda se juzgaba la educación muy imperfecta y plebeya, si el niño de cuatro años no empezaba el curso de su enseñanza con aprender la Mitologia; y los tiernos corazones de sus ilustres padres rebosaron de júbilo cuando en la teriu-