B» tribunal «Wjnipot»ni« y laqaitlcMB •mpttó i perded tu ImportMi* «I» y Antoridad con Fellp» V. E»te monarca, dliMenciánAos* Jel fanático Cari.» II, ao rvaUaba con «n preaencia el bárbaro eapectftcnlo d«l quemadero, que habla «ido •I mejor recreo del último de los Austrias. Al adrenimianto de loa Borbones al troco eapaflel e« creencia general de lot hiato - riadorea de aquella época que la Inqnisicida Varió Tialblemente de carácter. El primer desaire lo recibid de Felipe V, que •c aegd & asistir á un anto de fe qnc se habla dispuesto para solemnizar la entrada del monarca en la corte. Desde aquel día lee reyes dejan de asistir al espectáculo. X¡n historiador, desenroi viendo con mis latitnd les síntomas de decadencia del irl ' bunal del Santo Oficio en esta tpoca, dice: *tl desenlace qa* en los primeros «fios dfl reinado de Felipe V tuvo «1 celebre proceso inquisitorial del padre Frailan Otas, «oníesor de Carlos n, el destierro del m qaksidor genatal, Mendoza, la reposición do los consejeros injusta y Tiolentamente separados y la absolución del Cándido ó meeente Fray ProllAn, rictlma arrancada A loa furores de ana reina Tentativa \te rsAere A Mariana de Austria, madre de Carlos II} 7 de un inquisidor fanático. Uto eepetar que hubiese llegado la hora de des> «parecer la omnipotente iaflnencia de aquel tribunal adusto ante 1» supremacía de ia jarisdiccion rsal y algo, en efecto, se altará el tono y colorido do aquella iuiitituci¿u poderosa.* Y* ezist'.a en KspaBe eierta predisposi cMa en tk opinión de los hombre» tltistradoe del país, «uaade la princesa de los Crsinos, en el tiempo que tuvo en sus ananos el timón de la política espa&ola, concibió el proyecto de encomendar las cansas de te á la jurisdicción natural de los ordioariee y hay quien aürraa que estuvo preparado al decreto oaanda llegó la rotas lan> MI Farnesio, que, entregada ca cuerpo y nli— al partido nltramoutano, no sólo trussrd a^aoOos pianos, slao que dio ser a un periodo da inesperada reacción en todos Jos ótdenea. '£1 Santo Oficio volvió entonces A Xuncionar con todo el rigor de los Vigío» anteriores; el ministro Macana; es £ia laqmaidón. fatídico de la gún la frase de un crítico, «qoeíl hombre ilustre suire mortificaciones ato cnanto y es mártir de la debilidad de un rsy que no puede pasar sin sns consejos, pero que no tiene valor para detener el brazo de tas sscriücadores. En l'i7 tiene Felipe la flaqueza de Armor ua decreto confesando haber procedido por consejos sinieitro| do malos ministros, condenando implícitamente la defensa de sus regalías Mchapor Macaoaz, La Inquisición entonces persiguió y condenó las obras en que se sustentaban las doctrinas del ilustre jnriscu.'i, alto, prohibiendo hssta la Ftiitar m Civil a* España, del P. Betando, dedicada al m»> narra por el hecho de ser su apologista Macanas, si bien procuró encubrirse esto coa el pretexto de que contenía proposiciones depresivas para la autoridad do la Inquisición. Y cuando podía esperarse una notable disminución en los ejemplares de dota , se da el caso de que s;an mAs numerosos que nunca, pues se cuentan hasta setecientos ochenta y dos autos de fe en los que sufrieron condonas desde la pena de mtoerte & la más leve catorce mil personas. Reproduciremos na párrafo del ilustre Lafuente acerco de este recrudecimiento do la acción inquisitorial: ■Aunque con menos aparato esedatco y con menos espectáculo que los anterioras, las penitencias y lo» castigos nada so suavizarla y los pertinaces y relapsos continuaban siendo relajados y derretidos ea el brasero, en persona 4 en estatua. Da la severidad de este dltimo horrible suplicio no se libertaba ni lá decrépita viuda de noventa y cinco afios, ni la doncella de quince, ni el simple guardador de ganado, ni la humilde lavandera, que no habla odad, ni sexo, ni estado, ai prolesión, ni oficio, ni disposición intelectnal que bastara i poner á cubierto de una acasacídn de herejía y de un sambenito y una sentencia de edrcel, dé galega, de aretes, de conliscuoión ú de hoguera.. En l/íl se celebraron autos de- le en Mudrid, Granada y Sevilla; ett.1722 ea iladnd, Sevilla, Toledo, Córdoba, Murcio, Cuenca, Mailarca, S^ViUa* -Murcia, iantm^.., otro «n Cuenca, otio aa Savül» / ano on ¿loe». dctisak Os ua jjroceso itwalsitoriAi^. so- xa; en 1723 en Granada, Valencia, toledo.