130 BOLETIN OFICUF, popa y en disposición de ser trasladada, accidentalmente, á una ú otra Amura, según convenga, para dar á conocer su presencia, lo mas pronto posible, en previsión de que por cualquier causa, de las muchas que pueden ocurrir, no haja sido vi«ta sa luz de color por el buque que se le acerca Claro es, que esta luz se haría visible á mayor distancia si se colocase elevada sobre las de los costados, ya fuese en uno de loa estays de proa ó en el calzes del palo trinquete debajo de la cofa, quedando de este modo mas completo el alumbrado ex terior de loa barcos de vela: pero esta alteración traería aparejada una variación en el alumbrado de los buques de vapor, y se verían obligados á aumentar el número de sus luces para distinguirse de los veleros. Esta reforma es la mas económica, pero no bastante, que creemos factible hacerse por hoy en los buques de vela, pues obligarles á que lleven mis luces en los costados, que las prescritas en los vigentes reglamentos, en concepto de que sirvan de enfllación, como ha sido propuesto y discutido, mas no acordado, en la Conferencia luternacional marítima de Washington, serla un gravamen que afectaría á los intereses de los armadores, sobre todo, á los de buques pequeños, y en vista de las faltas que hoy se cometen en el cumplimiento de lo mandado, es presumible que resultarían aún más casos de no cumplir la ley. Ademas, que con esta pequeña y realizable modificación en el alumbrado exterior del buque velero, podran hacerse estos visibles por un vapor de gran marcha que, como sabemos, seria posible le abordase sin haber visto sus luces de costado, lo que es fácil siempre que la demora entro ambos forme con el rumbo pue sigue el de vela un amgulo mayor de diez cuartas, y que las velocidades que lleven sean respectivamente proporcionales á las distancias de cada uno del punto donde convergen sus rumbos. Es verdad que cuando se vó el buque de vela próximo á ser embestido por un vapor, suele sacar una luz blanca sobre la borda, pero esto sucede casi siempre demasiado tarde y no se puede evitar la colisión; ¿porque?, por que cree que en el vapor se vé la luz del costado que le presenta, lo que teórica y prácticamente no puede ser en tal demora. Es de creer, que una gran parte de los abordajes entre vapores y buques de vela, suceden por deficiencias en el alumbrado de estos, pero como no nos duelen prendas, también creemos, y así lo consignamos, que muchos de estos siniestros acontecen por negligencia de quienes los manejan, puesto que, particularmente en el Océano, la mayor parte de jos buques de vela no encienden las luces de situación, sobre todo si ilumina la luna, y lo más que hacen es asomar por cualquier parte una bombilla ó farol cuando se ven encima un vapor, sin darle ya tiempo á este para apartarse. II Luces de situación en ios Tapores.— Los vapores de hoy por sus mayores velocidades reclaman luces visibles á más grandes distancias de las que en la actualidad se emplean y un aumento en el número de ellas, á fin de poder conocer con bastante aproximación el rumbo à que navegan; sobre todo, para aquellos parajes, en los cuales la afluencia de buques es extraordinaria. Cuando estamos en marcha, al avistar de noche una luz blanca por la proa, que lo mismo puede ser la del tope de un vapor que viene á rumbo opuesto, que la que suelen poner á popa algunos barcos de vela cuando se les aproxima uno de aquellos; nos entra la impaciencia y no nos quitamos los gemelos de los ojos por el deseo de distinguir otra luz, que nos haga comprender, qué clase de buque se tiene á la vista y á que rumbo so dirige, y si después de mucho hacer traba jar la vista se descubre una luz de color por la parte inferior de la blanca, claro en que se trata de un vapor que se acerca; pero esto no es bastante para quitarnos toda duda, pues para evitar todo peligro necesitamos averiguar si va más ó menos abierto del rumbo que seguimos y esto no es posible siempre, porque pudiera muy bien suceder, que trajese apagado ó em - pañado el cristal del farol del coatado opuesto al que enseña, y por tanto, viniese navegíndo en dirección exactamente opuesta á la nuestra, y aunque lo que hacemos en estos casos de incertidumbro es, por precaución, separarnos algo á una ú otra banda según el color de la luz que muestra, hasta llegar -i verle alguna de las luces de popa, sea de la cámara, sea de la bitácora, etc, etc; en cuyo caso ya podemos saber en qué disposición navega, sin embargo, no -e nos negará, que esto nos hace perder un tiempo precioso que va en contra del interés de la rapidez de la navegación. Este caso práctico que acabamos de referir y otros muchos qus seria prolijo enumerar, dan á conocerla necesidad de introducir en el alumbrado exterior de los buques de vapor, un sistema de luces que puedan servir de enfllación. Entre las distintas proposiciones presentadas por el Comité de luces de situación á la Conferencia de Washington, para su examen y aprobación, mereció la preferencia la propuesta por el teniente G. Fletcher de la marina de los Esta - dos Unidos que consiste en el aumento de una luz blanca á proa_en los vapores, cuando van navegando, semejante á la que se lleva en el mismo lugar y colo adas ambas en el plano longitudinal del buque, pero en tal disposición, que uua de ellas quede, por lo menos, de cuatro á cinco metros más alta que la otra, y en que la más baja vaya retirada más á proa, procurando que la distancia vertical entre estas dos luces sea menor que su distancia horizontal. Es fácil comprender, á nuestro modo de ver, la gran utilidad que presenta este sistema. Primero, porque al aparecer de noche en el horizonte estas dos luces, bien situadas en una línea vertical, ó bien formando la inferior con la superior un ángulo más ó menos abierto, ambos casos nos darían á comprender que lo que se avistaba era un vapor, que en la primera posición nos presentaba enfilados sus palos, y en la segunda parte de uno de sus lados y por consiguiente en uno y otro caso, el rumbo aproximado que sigue; y no se diga cabría entonces la incertidumbre de si sería un barco de vela, porque en ellos no cabe tal combinación de luces. Segundo, porque la posición relativa que la luz inferior fuese tomando con la superior, se podría ir traduciendo por los cambios de rumbo del buque avistado y desde luego se conseguiría llegar á adquirir ol convencimiento exacto de las maniobras quo efectuaba y nos daría á conocer las que nosotros debíamos hacer para separarnos. Se nos podría objetar que, al avistarse dos luces tal como las hemos expuesto en posición vertical, se contundirían con las dos luces blancas que debe llevar en la proa un buque que remolca á otro, pero aun suponiendo que, á largas distaucias ocurriesen estas equivocaciones, ¿qué peligro habría en ello?, A poco que se navegase ya se verían las del buque remolcado; además que, à una regular distancia no cabe tal equivocación; por que las distancias verticales de estas dos luces, en ambos casos, no son iguales, pues en los vapores es de4á 5 metros, y en los remolcadores de 1,83. Con el aumento de la luz blanca á proa que acabamos de mencionar y el de otra fija, del mismo color, en el coronamiento de popa y dispuestas sus pantallas le modo que pueda verse sin interrupción en un arco de horizonte de doce cuartas ó rumbos, contadas seis & cada banda á partir del codaste, queda completada la reforma del ten;ente Fletcher y mejorados á nuestro parecer por ahora, el sistema de luces de los buques de vapor, restando solo estudiar el medio de dar más alcance á las luces del que hoy tienen y que tanto reclaman las necesidades de la navegación moderna. El alumbrado exterior eléctrico en los buques viene providencialmente á llenar el vacío que continuamente se nota en los antiguos faroles de situación, cuyo reemplazo se ha hecho siempre muy difícil (no obstante haber llegado al refinamiento enla construcción de los mismos, por sus buenos cristales