El Busilis. » atebiquando lo (juk ya sabia; pero dándose siquie» ra el LBsmvo de variar de enlreleDimienlo. » Página 49. Iíd. 15. * Este párrafo no tiene desperdicio. « El Marqués acabó la paciencia. » Pág. 50. lín. 1. « Pero á lo mejor se le acercó un 'hombre. » Pág. 50, lín. 2. « Aquel ente era 8U hombeb. » Pág. 50, lín. 7. « Por toda respuesta tibó de un enorme reló de pla» ta... » Pág. 50, lín. 13. « ...bajo unas medias oscuras bbillaban sus muscu» ladas pantorrillas... » Pág. 51, lín. 15. « ... y se acercé al grupo banqueando. » Pág. 55, lín. 28.' « Estas ó parecidos palabras salían á borbotones y » en tropel... » Pág. 57, lín. 7. « ...te encontramos acá en este sitio. » Pág. 58, lín. 6. « ... los castOS EFLUVIOS QUE TODA ELLA BESPIBA Y » exhala. > Pág. 59, lín. 26. ¿Les gusta á ustedes este ramillete, de despropósitos, faltas de castellano, atentados contra la gramática, etc., etc? Pues para terminar por hoy, oigan nuestros lectores: « Calzaba media de seda calada color de barquillo, » que dibujaba una pantorrilla contorneada como la de » una bailarina: la calza y chupa eran de raso verde » mar con ricos bordados de colores y la casaca de pre» cioso piqué de seda color de escarlata forrada de » blanco con botones y cabetes de plata. » Pág. 61, lín. -M. Calia. f. ant La vestidura que cubría el muslo y la pierna. Ufábase més comunmente en plural. Ahora bien, si la calía cabría el muslo y la pierna, ¿cómo calzaba el mismo individuo, media de seda calado que dibujaba la pantorrilla? Posemos á los cábeles, ó fiérreles como se dice más comunmente. Herrete, m. Cobo de alambre, hoja de lata ú otro metal que se pone á las agujetas, cordones, cintas, etcétera, para que puedan entrar fácilmente por los ojetes. ¿Dónde han visto los Sres. Vidal y Roca una casaca con ca¿Wes? Nosotros menos afortunados ignorábamos que hubiesen existido. Bien es verdad que lo mismo nos sucede con las RESTAS VOTATIVAS (Pág. 62, lín. 13) de aquella época. Y aquí damos punto por hoy, advirtiendo á los lectores que solo llevamos repasadas 62 páginas y que El Registro de la Policía contiene 998. Con que vayanse ustedes armando de paciencia. CARTAS CANTAN. X. llai tin amigo: Leyendo noches pasadas una novela de Angelón, me fui quedando insensiblemente dormido; y bien fuese por el sin número de disparates que en ella encontré, bien por otras causas que no acierto é esplicarme, lo cierto es que comencé á soñar que era maestro de escuela. El gobierno me debia la mar de sueldos, nadie me fiaba, me encontraba en los puros huesos y habia crecido de un modo incomensurable. A veces me figuraba ser la aguja de Cleopatra, ó la aguja de una catedral gótica, ú otra aguja cualquiera. ¡Lo que son los caprichos del sueflo! La escuela era lo que hoy se llamo, por mal nombre, salón de contrataciones de la Bolsa. Algunos bancos desvencijados adornaban lo sola: los de Mataró, Igualada, Tortosa, Lérida, Préstamos y Descuentos, Crédito Mercantil, etcétera, etc. El Banco Ibérico solo tenia tres piés ¡pero que piés! De las paredes colgaban varios muestras de cacao, azúcar, manteca, café, etc., etc., todas falsificadas. Habia también muchos mapas... de los que no quiero hablar. Tenia por sub-maestro o ayudante á Roca y Galés, que habia dejado por unos dias do servir á los fobricantcs para entrar á mi servicio. Las 9 de la mañana acababan de sonar con media hora de retraso en el reloj de Santa María, cuando agachándose un poco el citado Goles, abrió los puertas áe la escuela á los niños. Entraron todos en tropel. Rataíluutas casi clavó la nariz en la respetable barriga {/pardon.') de mi ayudante. Tort y Marlorell entró dando sallitos como un pájaro; Riera y Bertrán se presentó grave como corresponde á los hombrecitos sérios. Zurretas, Casasa, Eáhregas, Corintio, Elias, Colibrí, Farriols, Junoy, Truillet, Llopas petit y otros que no recuerdo, ocupa¬ ron sus respectivos bancos. A Trilla no se le dejó entrar por demasiado grandullón. Cogí la palmeta, puse órden en la canalla (así llamamos aquí á los chiquillos) y comencé é preguntar la lección. — A ver, niño Zurretas ¿cuántos géneros hay? — Seis: masculino, femeniBo, neutro, común dedos, epicenio y ambiguo. — ¿Qué es género neutro? -¡Ay! — Niño Tort ¿qué es género neutro? -lAy! iu y — lisos ayes me indican que ustedes están al cabo de la calle. Veamos ahora, niño Casasa, ¿qué son pildoras? — Unas cositas pequeüilas, redonditas, plateaditas que yo fabriquito. — Muchitas gráciles. ¿Pero no hay otra clase de pildoras? — Si señor; los versos de El Busilis, los sueltos de El Busilis, los artículos de El Busilis, los anuncios de Ei. Busilis, los... —Dígalo usted en una sola palabra. El Busilis es una pildora. — Sí señor. . — Niño Rataílautas, ¿cuántos son los sentidos corporales? — Catorce. — ¡Hombre! Dígalos usted. — líl primero: Bienaventurados los que lloran porque ellos serán consuelados. El segundo... —¡Cuánto disparatel Basta. ¿Sabe usted algo de geografía? — Si señor, sé que hay dos polos. — Ya supongo los que va usted á citar, el polo andaluz y el licor del polo. — Entonces serian cuatro. --Señor Rataílautas, No existe más que uu polo y ese es usté, mas precisa dar antes vuelta á la p. — No lo entiendo. — Ni lo entenderá usted nunca. Niño Corintio ¿qué es política extranjera? — No lo sé. Se lo preguntaré á papá. — Entonces, siéntele usted, hijo mió. Niño Fábregas ¿á qué se llama especialista? — Al hombre que es muy especial. — Sobresaliente. En esto me interrumpe el ayudante, diciendo: — ¿Pudría yo hacer preguntas? — Puede usted hacer lo que le dé la gana, ménos hablar de la Exposición de Filadelfia. Roca y Galés. — Niño Truillet ¿cuántos dioses hay? — Por mí los que usted quiera. — ¿El padre es Dios? — No señor, el padre (el mió) era bibliotecario del Centro posibilista. — Veo que usted no mantiende. Niño Colibrí, ¿qué son manufaluras? — Manufacturas es un verso do cinco sílabas. — No mantiende ustel. ¿Qué es ropa? — Un consonante á Europa, á sopa, á copa, á tropa, á... — Tá, tá, tá! Siéntese usted. Al llegar aquí retiro la palabra ú mi edecán y al del señor Sert, y continúo. — Farriols, jóven Farriols, ¿qué debe hacer el niño al levantarse? — Si no ha hecho pis-pis en la cama, vestirse pronto, lavarse, encender un puro que dure todo el dia é irse de paseo. — Y no venir á la escuela, verdad? — Eso es. En este momento se oye ruido en el banco de la derecha, miro y veo á Tort y Martorell tumbado todo lo que es de largo, (poca cosa). Le agarro con el índice y el pulgar, lo levanto y le pregunto: — ¿Qué ha sido eso? — Rataílautas,— dice llorando Tort — Rataílautas que ha ido á volverse y rae ha dado un papirotazo con la nariz que me ha hecho ver las estrellas. — Niño Ratalloulos, habrá que rebajarle á usted ese apéndice. Con esa nariz no se vá á ninguno parte y ménos á lo escuela. Usted abusa. RataJIautas, — Yo tengo la nariz que me ha dado la naturaleza, y si al volverme hago daño, yo no tengo la culpa. Tort. — Pues enfúndala. Riera y Bertrán. — O coloca un andamiaje á su alrededor. Corintio. — O [pon en ella un vigía que anuncie cuando vas á volverte. Zurretas. — O llévala como yo, arremangada. Rata/lautas. — Ya me vais cargando, ea, el que quiera algo que salga á la calle conmigo! Yo. — Silencio! Galés. — Noys, recibiréis. Nadie nos hace caso; se arma un escándalo de cincuenta mil demonios, empiezan á volar libros y carteras sobre la nariz de mi discípulo predilecto. Galés sacude manotazos á diestro y siniestro sin poder alcanzar á nadie. To empuño la palmeta, me lanzo á la pelea, y apenas llego á aquel campo de Agramante, siento un cuac debajo de la suela de mi bota. ¡Acabo de aplastar á Corintio! Horrorizado me hago atrás, y entonces Rataílautas se lanza como una saeta contra mí, y clava su nariz en mi pecho hasta la empuñadura. Doy un grito espantoso y despierto. La varilla de hierro que sostenía el pabellón de mi cama me había caido de punta sobre el pecho. Me repuse un tanto, apagué la luz que todavía continuaba encendida, y me volví á dormir, pero esta vez sin soñar. Este es el sueño, que á falta de otro asunto mejor, me he tomado la libertad de esplicarte. Dispénsame esta tontería en gracia de los sugetos que danzan en ella. Tuyo afectísimOj Galí (Matías). DICCIONARIO HUMORISTICO PARA USO DE LOS LECTOBES DE El Busilis. (Continuación.) Candelero. m. {Estar en) Lo que desea l«do hombre político. Candidato, m. Plaga peor que la filoxera. Cándido, m. Según la Academia, sencillo y simple. Estamos por lo último. Candil, m. Una luz que nos hace ver las tinieblas. Canto, m. El derecho que tiene el hombre de molestar á los amigos en sociedad. Canoro, adj. Castelar. Cañón, m. Poder en que se apoyan todos los ministros españoles desde el Cardenal Cisneros hasta la época presente. Capa. f. Prenda que sirve para cubrir y encubrir muchas cosas. Capilla, m. Las 48 horas que preceden al estreno de una obro dramática. Capital, m. El hermano gemelo del interés. Capricho, m. La estación donde suele encontrar el deseo cinco minutos de parada. Capón, m. Los hay en todas partes, pero los mejores son los de Bayona. Capus. m. Uno de los pocos consonantes á luz. Cara. f. Lo que está detrás de la cruz. Caracol, m. Propietario que lleva la casa á cuestas. Carácter, m. La locura razonada. Caramba, interj. Uu voto vestido de etiqueta. Caramba! caramba.' Muletilla de Arnús. Casa. f. Habitación que se ofrece por todos, monos por el casero. Casino, m. El templo de la holgazanería, cuando no lo es del vicio. Castaña, f. {Dar la) Convidar á un sugelo á comer y luego dejarle pagar el gasto. Casto, ta. Véase, José, pero no se vea más. Carta, f. Papel que dice lodo lo que no queremos ó no podemos decir de palabra. Cátedra, f. Lugar destinado á la enseñanza, pero donde muy pocos aprenden. Cárcel, f. Antiguamente casa destinada para la custodia y seguridad de los reos. Hoy no sirve para una cosa ni otra. Carcoma, f. Funcionario público. Caribdis. m. Especie de Sagasta colocado en la Presidencia y teniendo enfrente á Scila ó Cánovas. Caridad, f. Virtud teologal que consiste en dar al prójimo contra una esquina. Cartera, f. Breva que el que la llega á coger no la suelta ni á tres tirones. Casaca, f. El sueño dorado de los solteras. Cascaron, m. El primer traje del sietemesino. Casero, m. El tirano de las familias. Castillo (Cánovas del). El Monstruo de la edad presente. Caía. f. El placer de la crueldad. Cédula, f. El tercer pié del viajero. Sin él no se puede viajar por España. Ceniza, f. Un resto que no se echa jamás en ningún juego. Cepillo, m. Un actor muy apreciado del público. Cereceda, f. Germ. La cadena en que van aprisionados los presidiarios y galeotes. Actualmente se llama así también, un maestro compositor que está en camino de ser un Creso.