2tí LOS DEPORTES HD HERMANO DES ÜESHE A tres leguas escasas de la ciudad de Lérida, existe un hermoso estanque que constituye la joya del país y del cual con sumo orgullo hablan sus habitantes, sin olvidarse jamás de invitar á los forasteros á la consabida gira campestre en las orillas del mismo. En una hermosa tarde del mes de Septiembre de 188... una alegre barquilla surcaba la tersa superficie de las aguas de dicho estanque. A bordo de lamisma, merendaban tranquilamente tres personas, recreándose la vista con el sublime espectáculo que ofrece al caer de la tarde la puesta del sol. De nuestros tres personajes, dos de ellos eran lindos muchachos que el mayor de los cuales tendría á lo más diez años; y el otro, una señora de muy buen porte joven todavía. El que parecía mayor de los niños era moreno, de expresión dura, de formas atléticas, lo que junto con su traje revelaba bien claramente su vida de labt"ador; el otro era rubio, más bien blanco- albino, débil y su pálido semblante denotabaunanaturaleza enfermiza. Vestía rico traje de colegial. La señora era la madre de este último, juntos habían venido á veranear unos días en casa de la nodriza del niño. El pequeño labrador era hijo de la misma y se había empeñado en llevar á su hermano de leche y á su señora madre á pasar el último día de su estancia en su casa, en las orillas de su estanque. Serían las siete de la mañna del día siguiente cuando se despedían, en la estación del ferro-carril, nuestros dos viajeros de la familia de la nodriza, los dos niños hacía largo rato que estaban mirándose con los ojos llenos de lágrimas y ellos tan charlatanes de ordinario, ahora que iban á separarse no se atrevían á dirigirse un adiós de despedida. Llegó el tren, la gente se apresuró á subir al mismo, y entoinces la madre del colegial que se apercibió de la perplegidad de los niños les abrazó tiernamente é hizo que se dieran un beso. Inmediatamemte los viajeros subieron á un departamento d(e primera, el tren se puso en marcha y al cabco de algunos minutos sólo que.daba errante entire el cielo y la tierra una tenue nubecilla de humo que iba subiendo hasta desaparecer. Diggo mal, el hermano de leche del que se iba, quediaba también en la estación, inerte, ensimisimado y con la vista fija en el horizonte por el punto donde había desaparecido el tren. * * * La Bolsa de M había sufrido un gran trastorno, uno de los banqueros más acaudalados de la capital habíase declarado en quiebra hasta el extremo de quedar él y todos los que le tenían confiados sus caudales, completamente arruinados. Aquel ser que siendo muy rico quiso serlo más, tenía un hijo para el cual destinaba todas sus riquezas, cual sería su dolor al ver que su ambición le había arruinado de tal modo que no podía ni siquiera hacerse crédito para seis mil reales, cantidad necesaria para librar á su hijo de la Manigua. No hubo medio, Pepe Valdés, que pocos meses antes llevaba la vida más regalada posible, tuvo que ir al servicio de las armas. El niño mimado, que desde su infancia no se había movido del lado de su madre, que parecía más bien una débil señorita que no un elegante del sexo feo; el excesivo amor, si así puede llamarse el de una madre, le apartó junto con su carácter dulce y melancólico, del bullicio y de la vida de los jóvenes de su edad. El montar á caballo ó en bicicleta! imposible. El concurrir á una sala de esgrima ó á un gimnasio! menos. En toda clase de deporte se corre más ó menos peligro, al cual Pepe no debía exponerse. La pluma de un hombre no debe ni puede tentar á Dios pretendiendo trasladar al papel el destello divino que Aquel puso en el corazón de lasmadres, pintando el desgarrador sentimiento que la de Pepe sintió cuando en el muelle separaron de su estrecho brazo al hijo de su corazón que subió tambaleando la escalera del buque que debía conducirle al teatro de la guerra. Han transcurrido tres meses, cada día llegan vapores cargados de soldados y se vuelven llenos de espectros que el clima ha producido. Los hospitales están atestados de enfermos. En la Sala de convalecencia de uno de los de la Habana departen cariñosamente dos hombres que reanudaron antiguos conocimientos en el fragor del combate. Ambos formaban parte de una columna, á la cual antes de salir á operaciones agregaron algunos soldados bisoños, entre los cuales estaba el más joven de los dos. Al intentar el vadeo de un río fué sorprendida la columna por los insurrectos y si bien logró dispersarlos, fué sin embargo á costa de muchas bajas. Al recogerse los heridos, dentro del carro en que fueron colocados había varios \