EL PARTIDO MADRID - BUDAPEST Una proeza de la Selección de Madrid» La admirable actuación del aíaque madrileño vale a iu equipo una reionaníe vícloria por 5 goals a 2. - Gran iríunfo de Monjardin como marcador de goals. - El juego preciso y minucioso de los delanteros hurgaros reiulía peco eftclívo anle el entusiasmo, la rapidez y el espíritu de sacrificio de los defensas de Madrid. - Un gran partido bajo la luz crepuscular de un día de abundante lluvia. DEL PARTIDO BARCELONA - BADALONA García, ei delantero azul grana, rematando de cabeza un magnifico centro de Parera. El primer match Budapest-Madrid ha sido obra de la casualidad. Recordemos que tuvo que orKanizarsc en día laborable, precipitadamente, para allanar los obstáculos que la Federación Húngara oponía para jugar el match Hungría y España, en Vigo. Así, este partido entre los equipor representativos de Madrid y Budapest no fué más que la solución desde el punto de vista econ (Sínico, de tih conílicto que ponía en peligro el encuentro desquite entre los mencionados equipos nacionales. Madrid no pudo alinear a sus más idóneos elemenlos. Durante, la nuiñana del pasado miércoles, fecha del encuentro, no se. sabía aún a ciencia cierta qué líneas opondría la Federación del Centro al once húngaro, cuya alineación ya nos era conocida. Los tonos grises do un día sin sol y abundante en lluvia, ya poco propicio a las expansiones de nuestro espíritu, cubrieron de un velo denso los entusiasmos de la afición. Presentíamos que -a la escasa brillantez del partido, se añadiría el complemento poco lisonjero de un resultado desfavorable a los madrileños, i Y cufin distinta no fué la realidad ! Chapoteando por el barro de las vías de acceso al campo de Chamartín, salíamos gozosos ante unas cifras impresionantes por lo inesperadas, y nos sentimos reconfortados de una tibia satisfacción interior, que era la síntesis de la visión caleidoscópioa de un match en el que refulgieron sin cesar los chispazos del entusiasmo, de la maestría, de la combatividad sin tre gua, del arte en la sucesión de acciones combinadas y del espíritu de sacrificio de los jugadores. ¡ Qué fenómeno tan curioso no es que las grandes y más gratas sorpresas se tengan en fútbol cuando los presagios son más pesimistas ! El caso del match Madrid-Budapest es típico en este aspecto. El terreno, de una blandura que parecía ser freno potente para la bondad de nuestros jugadores; el sol, se negaba a caldear la atmósfera como preludio al fervor de nuestro temperamento meridional ; Budapest se aprestaba a alinear sus mejores figuras al tiempo que Madrid encontró serias dificultades para ello. Y cuando todo aparecía de mal augurio, el milagro de un entusiasmo superior a toda ponderación — el más alto factor de nuestros éxitos — descomponía y anulaba la potente y calculadora máquina del equipo húngaro y hacía que los madrileños fueran en el terreno el gran equipo que precisamente esperá hamos fuese su antagonista. Traduciendo lo que fué el partido a fórmulas simplistas, podrá decirse que fué el triunfo del entusiasmo contra la ciencia, y esto es tanto como sugerir que el ímpetu arrollador ha dado al traste con el cálculo y el método. Nada más lejos de .la verdad que esta imagen, pretendiendo dar una idea, capital de lo que fué el partido. Es cierto que ante la preocupación húngara, en su juego sistemáticamente raso, de dar precisión 12 - a los pases repetidos hasta la saciedad, el ánimo esforzado y resuelto de la defensa madrileña, multiplicando sus esfuerzos, anuló toda eficacia. Pero también quedó de relieve que los jugadores cortesanos actuaron con una idea fija siempre ostensible do apoyarse mutuamente y de dar a sus esfuerzos individuales el máximo rendimiento, teniendo la confianza puesta en el compañero, (aiando más no se podía, desviábase ligeramente el halón de su trayectoria a fin de ganar tiempo impidiendo que los planes de los magiares ge realizaran a su gusto, y muchas veces la sencilla operación tenía como consecuencia no sólo retrasar sino desbaratar los proyectos, ya que la aparición de un jugador madrileño, surgiendo como por ensahno, hacía posible el alejamiento del pe- La lucha por el balón ofrece en esta foto un bello grupo de indudable calidad escultórica. ligro que ofrecía para su meta el once húngaro. La defensa de Madrid putlo imponerse por un derroche de voluntad y una elevadísima moral, pero la delantera se impuso, además de por las mismas cualidades, por un hermoso juego de conjunto y una rapidez y variedad tal de acciones siempre justas e imprevistas que desconcertaron a la zaga húngara. ¡Qué decimos desconcertar! En la segunda parle hubo largos momentos en que los forvvards madrileños no encontraron oposición, por lo cual puede deducirse que la famosa defensa húngara, que demostró su potencia, fué impotente, y en especial la línea que fue más me diocre a la defensiva — al contrario que atacando — fué la línea de medios, siempre burlada con facilidad. El poderoso dique opuesto por los hermanos Fogl, no bastó para anular el peligro de la avalancha del ataque de Madrid, a pesar de la reconocida maestría del conglomerado fraterno. AI decir que la línea delantera central hizo un soberbio partido, queremos insistir en el valor que tuvo para la eficacia de la misma la1 labor de los dos excelentísimos interiores. Monjardin fué el realizador afortunado, presentándosenos como muy distinto al que conocíamos ; . fué un gran delantero centro que no está aún expurgado de defectos, pero que actuó con la inteligencia y el empuje que deben caracterizar a un buen eje del ataque. Hecha justicia al delantero centro, queremos indicar que quienes facilitaron extraordinariamente el gran juego de ataque fueron los interiores, que en realidad anularon el trabajo de los medios alas y dieron lugar a vacilaciones de los defensas por su juego imprevisto. Sus pases y su facilidad de dribling, tanto como la iniciativa para avanzar, hicieron de Valderrama y Félix Pérez dos grandes interiores. De los exteriores, Moraleda y Olaso, este último fué principal motivo de preocupación de los húngaros, pero ambos supieron completar dignamente una soberbia línea de ataque, a la que apoyó un terceto intermedio eficaz, del cual brilló Peña de modo insuperable. La. labor de Tuduri, en el centro do la misma, merece también mención especial. Del equipo húngaro, lo mejor el ataque, éii especial su ala izquierda, y el par de zagueros. En conjunto, el equipo no fué, por la brillantez do sus contrarios especialmente, el once extraordinario que pudiéramos creer. Nos parece que su punto flaco es, decididamente, la línea media. Jugaron dos equipos con dos delanteras que se destacaron en seguida. Fué, pues, el partido, duelo entre líneas de ataque del que salió vencedor la de Madrid, mucho más brillantes. Pero, téngase en cuenta, no por simples razones de temperamento, sino porque supo jugar con gran habilidad e inteligencia ; fué rápida e imprevista en sus incursiones, demostrando ser sus jugadores excelentes por su clase y por la inteligencia que les hizo encontrar la unión indispensable después de momentos iniciales de tanteo.