S ETMÀNÀRI MCMI.XXIV (l.a època) % Redacció i Administració: Santiago Rossinyol, 6 #> 17 de Maig 1936 N.0 1454 Ço que diu ia premsa Reiteración a Rusinol Pot José Francés Nuevamente he sentido ese afable goce de adentrarme en el plural sortilegio de luz, de mar y de serenidad, que significa Sitges. Y nuevamente— por una misteriosa supervivència que seria inútil pedir explicación de ella a los torpes juegos de los espiritistas de aluvión— ha ido conmigo el buen guia, el animador de siempre, con sus barbas grises, su chàmbergo negro, sus manos agarrotadas y sus risas libres. No eran, en verdad, los seres dilectos y vivientes que conmigo sentían otra vez el sortilegio, los um'cos que seguian las calles estrechas o se acordaban sobre ese minúsculo balcón de hierro del Cau a contemplar el hervor fresco y sonoro de la mar cuna de leyendas. Estaba también Santiago Rusinol. Aun, ahora, que Sitges ofrece como rasgo esencial las siluetas cosmopolita s, las costumbres ultmcivilizadas y que ha estirado hacia el límite el brazo rico por los joyeles de sus construcciones del Paseo Marítimo, se piensa que sin Rusinol nada de esto habria sido posible. Sitges tiene acostumbrada a la Cataluna renaciente a un repetido esfuerzo estético. Es como una tensa voluntad de belleza trasmitida y consustancial a todas las actividades de este pueblo ejemplar. No son de hoy los elogios esparcidos en diferentes ocasiones por este aíàn de sentirse vivir de un modo armonioso y noble que conmueve a todos los habitantes de la vieja Subur. Desde los pescadores y los agrícolas, a los burgueses que saborean la dulcedumbre de su clima y a los artistas que interpretan la sugestión plàstica de sus motivos, a todos ellos anima como un gozo sereno, como un regodeo sin prisa; va de unos a otros el ànsia de superación en la taréa, de persistència en el hechizo mediterràneo, de un sentido cada vez mas claro, alto y vibrante, en el concepto y vibración unànimes hacia un propósito de distinguirse por lo que no suele preocupar a otras urbes espanolas: la elegància espiritual expresada en sencillos prodigiós. Hace 25 anos visité por primera vez Sitges. No era, naturalmente todavia este rincón atractivo por igual para los afortunados y para los sonadores. Sólo de estos últimes se formaba el elemento íoràneo y a todos capitaneaba el fundador del «Cau Ferrat». No existia aún la arrogància artística del «Mar i Cel». Lo que había de ser este Paseo Marítimo de ahora— rival con ventaja de sus similares de la cornisa francesa— no tenia entonces sino un aspecto de playa selvàtica y solitària; no contaba Sitges entre los grandes faros del turismo universal. Y, sin embargo, ya se había erigido entre las palmeras de su Rambla la estutua del Greco; se habían paseado procesionalmente por las calles típicas dos admirables cuadros del gran pintor cretense; Miss Fuller habia danzado a la orilla del mar en una noche digna del auditorio de artistas y de escritores que la eligieron para tal emoción y desde las residencias senoriales, edificadas al otro lado del pueblo, empezaba ya un lirico éxodo hacia las olas tranquilas que luego tendría el valor y el ejemplo de una residència extàtica. Y, sobre todo, se habia cumplido ya la gran lección espiritual del Cau Ferrat. No solamente es necesario acudir a las colecciones del Cau Ferrat cuando se quiera estudiar con pleno conocimiento de causa dos artes tan caracíerísticas de Cataluna como las de hacer florecer el hierro y dar formas transparentes a la luz en los vidriós, sino también que nadie puede hablar de cómo se formó el renacimiento novecentista de la pintura catalana sin atender a los antecedentes atesorados por Rusinol en su retiro deleitoso. Y lo que daba precisamente virtualidad eficaz, que el tiempo ha consolidado de manera perdurable, a ese Museo, es que se creo por el voíuntario ímpetu, la independència inteligente y ei gusto sensible de un solo artista. • No le hicieron falta el intrusisme de arqueólogos y otros teorizantes que, salvo honrosas excepciones, no son ni mas ni menos que parasitarias enredaderas nutridas del polvo de las minas. ui 3. ü c S 41 ■o 03 K I n c o (B m 0) T3