los que salen con ímpetu los que llegan ií la meta, pues generalmente suelen ser los que abandonin la lucha. Lo prudente es partir modcradamente, economizando fuerzas, y si es posible conservar un paso regular y sostenido, atendiendo siemprc à la conducta de los demàs corredores. No preocuparse del avancc impctuoso del contrincante, pues à media carrera habrà agoladD sus fuerzas y entonces es posible pasarle cómodamente en virtud del esfuerzo ahorrado. Hacer cl paso gimnàsíico, y pisar cl suelo lo nua ligeramente posible sin apoyar los tacones. Llegada.— Metros antes de la misma, y siempre tenicndo en cuenta la posición dc los restantcs corredores, poner en juego todas nuestras ciicrgías, convertir la carrera en prueba de velocidad, echar el resto de los esfuerzos, aprovechar el ahorro de fuerzas que durante la carrera se ha hecho. DlVCRSAS CARRERAS DE FONDO. — Plicde ha- cerse la clàsica de 400 metros (medio fondo). En estc caso puede forzarse bastante la marcha, pero nunca haciéndola à la velocidad de los 100 metros. No hay corredor que à dicha velocidad los resista. Para una carrera de 100 metros, hay que sujctarse à lo expuesto en el presentc articulo. Para las carreras de varios kilómctros (gran fondo), cada corredor debe hacer un examen de sus aptitudes ( velocidad, resistència) y adaptarlas al caso, con objeto de regular su velocidad, pues si bien algunos pueden recórrer var os kilometros à la velocidad de uno, la mayoría deben moderar mucho la marcha. M. H. Curiosidades sportivas El bazo y los corredores iQné es el bazo?... Es una de las incógnitas de la maravillosa màquina humana. Aunque se le atribuycn, por parte de muchos fisiólogos, vanas y distintas propiedades, lo cierto es que à ciència cierta no se sabe. para qué sirve. Un anatónomo notable, M. Le Pileur, lo describe en esta forma: «Es un órgano esponjoso y vascular, situado en el hipocondrio Izquierdo, entre el estómago y las costillas falsas. Parecc servir de recipiente y como para admitir cl exceso de sangre de. la vena porta, pero sus usos especiales son desconocidos. * (iQuc relación tendra esta víscera con los sports? preguntarà el lector... Muchísima, según los antiguos, pues tenían un grandísimo interès en que nada estorbase la rapidez de sus movimientos, y con este objeto cuidaban particularmente de su bazo, cuyas alteraciones crcían ejercía en su agilidad una influencia funesta. Dice Quillermo Depping en su obra Fuerza y destreza: < La hinchazón y endurecimiento del bazo, contribuyc mucho à dar pesadez al cuerpo. Si dicha víscera se altera, como ya no sutiliza la sangre, lo cual es su inisión, resulta que ésta se espesa, no circula tan fàcilmente y no puede dar à los musculós la substància necesaria para que conserven su flexibilidad. Ademàs, comprimiéndose el diafragma, la respiración es màs frecuente y penosa, y semejante estado perjudica mucho la velocidad de los corredores. » Era en la antigüedad general esta cneencia de la influencia del bazo sobre toda la economia humana: hoy dia, nadie se ocupa de ello, pero hasta no hace muchos anos, corredor hubo que atribuía su merma de facultades à la mala constitución de dicho órgano. De dos inaneras se valian los antiguos corredores, participes de los Juegos Olímpicos, para estar à salvo de estos contratiempos. La primera y màs radical consistia cn cl auxilio de la cirugía, con objeto de librarse de una víscera que les pesaba en exceso. Los medios eran violentos, pero eficaces. Por lo que se refiere à la intervención por medio de instrumentos cortantes (pues Vambiers empleaba el fuego) parece que generalmente daba buen resultado, pues nada dicen los clàsicos, que à cada paso hablan de sus atletas, de que el resultado firesc nunca funesto. Parece que, en efecto, puede efectuarse la operación sin la mucrte del pacientc, pues en 1549, Leonardo Fiovaranti, cèlebre empírico, curó en Palermo à un joven jónico de un tumor en el bazo, extirpando la víscera. Dice el sabio Tomàs Bartolin que los turcos, entre los cualcs abundaban los corredores notables, tenían de muy antiguo un procedimiento eficaz para la extirpación, pero que guardaban acerca de él profundo misterio. Nunca la cirugía ha podido descifrarlo. El fuego era de màs seguro uso. En tiempo de Hipócratrcs, se aplicaban en el sitio del bazo algunas setas encendidas, y por las Uagas que producían, se çauterizaba con un cauterio de tres dientes, hecho ascua, que atravesaba la piel de parte à parte. Prueba la posibilidad de que se çauterizaba la substància pròpia del bazo, el caso citado por el medico alemàn Oodofredo Mcebins, del siglo xvn, quien había visto en la ciudad de Halberstadl un corredor del conde de Eilly, dotado de una agilidad asombrosa, debido à la operación que los médicos de dicho conde le habían hecho cn la región del bazo. Empezaron por narcotizarlo y luego le practicaran una incisión en el coslado y le quemaron el bazo con un hierro ligeramente enrojecido. Mcebins vió la cicatriz y oyó de labios del paciente, que habíase practicado la cruenta operación a cinco individuos màs, de los cuales uno solo murió. El otro medio consistia en buscar los auxilios de la medicina para reducir el bazo. Dícese que algunas hierbas tenían la virtud de disolverlo y reabsorberlo. Plinio, habla de una planta llamada equisetum, cuyo cocimiento stadium s. e. — II