FIGURAS OLVIDADAS DE MUESTRA CIUDAD ANTONIO AYMAR Y RUBIO UNO DE LOS MAS EFICACES COLABORADORES DE RIUS Y TAULET Durante catorce años fue secretario del Ayuntamiento barcelonés. por jóse tarín - iglesias ^NTANO y hogaño la Secretaria del Ayuntamiento barcelonés ha estado ocupada por recias personalidades de la vida catalana, muchas veces con proyección nacional. Tal es el caso en el siglo pasado de don Manuel Duran y Bas y en el actual de don José María P¡ y Suñer, figuras ilustres de la política y del foro, que dejaron una verdadera estela de su paso por el Municipio, antes de ocupar otros elevados cargos. La Ciudad Condal vivió en el último tercio del siglo XIX uno de sus más significativos períodos históricos. Barcelona iba a iniciar un paso de gigante. La Exposición Universal de 1888 marcaría la incorporación de la urbe al concierto de las grandes poblaciones mundiales. Paralelamente a la organización del Certamen se trabajaba en la urbanización de la ciudad. El Ensanche de Cerda iba consolidándose y Barcelona se extendía en varias direcciones : hacia el Besós y el Llobregat y pugnaba por llegar a la falda del Tibidabo. El Municipio barcelonés estaba regido por una personalidad inolvidable : Francisco Rius y Taulct, artífice de la Exposición y del engrandecimiento de la ciudad. Junto a él, en aquellas jomadas azarosas, llenas de incertidumbre, pero al fin repletas de gloria, había un hombre inteligente, bueno y laborioso; trabajador infatigable, que siempre estaba al quite de «su» alcalde. Este era don Antonio Aymar y Rubio, secretario del Ayuntamiento, en cuya corporación dejó lo mejor de su vida. «Durante catorce años — escribía «El Noticiero Universal» el 6 de febrero de 1895 — los alcaldes y concejales de Barcelona tuvieron en sus funciones administrativas un asesor inteligente, un auxiliar infatigable, un mentor imparcial, un colega laboriosísimo. «Requiere la Secretaria de nuestro Ayuntamiento — agregaba el periódico — cualidades y aptitudes excepcionales. Puesto difícil, sirve de dique a impaciencias y ambiciones manifestadas en iniciativas no siempre de realización práctica y provechosa y de lazo de unión entre las corrientes encontradas que suelen reinar en el seno del Municipio». Don Agustín Aymar fue de esos hombres leales, de arraigadas convicciones, que prefirió quemar su vida en la sombra, sirviendo con exquisita pulcritud y honradez los intereses de la ciudad. Resultaba el hombre de bien que sobrelleva las cargas ele la existencia con la tranquilidad del deber cumplido y la seguridad de haber pensado siempre leal y honradamente. UN PASAMANERO PROGRESISTA A mediados del siglo pasado, en la barcelonesa ralle de Jaime I existía una importante pasamanería, en cuya tachada se leía en un letrero y en gruesos caracteres el nombre de Agustín Aymar. El famoso pasamanero era el padre del que años después debía ser secretario del Ayuntamiento. Pero aparte de su intrínseca personalidad comercial, don Agustín Aymar tenía otra faceta bien definida. Era uno de los principales personajes del partido progresista y un incondicional del general Espartero. Muy joven aún alistóse en las filas liberales y a consecuencia de los vaivenes políticos tuvo que emigrar a Francia. Mas, en los días aciagos del cólera. Pascual Madoz, a la sazón gobernador civil de la provincia, le llevó al Municipio, en calidad de concejal v más tarde también fue diputado provincial. Ocupando este cargo, a consecuencia de una de las muchas «hultangasii a que estuvo sometida Barcelona, don Agustín Aymar fue detenido y encerrado en uno de los hediondos calabozos de la famosa torre de Santa Clara en la Ciudadela. En sus famosas Memorias. Antonio Fcliu y Codina habla de él y refiere que a poco de estar recluido en el calabozo viose gratamente sorprendido con la visita de un sargento que hacía las veces de llave ro, el cual le dijo : Una de las últimas fotografías de Antonio Aymar — Tengo el honor, señor Aymar, de ponerme iocondicionalmente a sus órdenes. Está usted bien recomendado y yo me he de preocupar de que pase usted lo mejor posible este cautiverio que espero será breve. — ¿Cree usted? — preguntó Aymar. — Yo espero — Jijo el sargento — que I Antonio Aymar tormo parte de la comnion barcelonesa quc >ue a Granada para la coronación de Zerrill.i Bañeras. Carlos Pimnm • el aunitacto Falques con Ruis y Taulel, An^cl si acaba de entrar en esta pocilga en calidad de preso, antes de cinco días saldrá de ella triunfante, porque ya entonces habrá vencido la revolución. No fueron cinco días, sino muchos mas e incluso el señor Aymar, junto con otros barceloneses fueron confinados a Ceuta, pero al fin regresó, después de haber sido de nuevo reelegido diputado provincial. CONCEJAL Y JUEZ MUNICIPAL El pasamanero progresista de la calle di Jaime I quiso que- su hijo cursara una ca rrera y el joven Agustín frecuentó las aulas de la recién estrenada Universidad barcelonesa, licenciándose en Derecho. Sus estudios fueron brillantes, consiguiendo unas excelentes notas. Muy joven aún, en el bienio 1869-71, a la sombra polític.i de su padre, fue concejal y trabajó denodadamente en las dramáticas circunstancias que atravesó Barcelona con motivo de la fiebre amarilla, prestando señalados servicios en la Barceloneta, foco del terrible mal Aymar no salió de la ciudad mientras no acabó la epidemia, mereciendo por su loable proceder, aparte de la gratitud de los barceloneses, la cruz de Carlos III. Aquellos años fueron de extraordinaria actividad para Aymar. Las circunstancias políticas eran cada vez más confusas y la revolución parecía adueñarse de todos los resones del Estado. Mas, el joven abogado barcelonés actuaba con una gran prudencia y ecuanimidad, lo que le mereció el nom bramiento de juez municipal en 187 1 — re cien fallecido su padre — , cargo que desempeñó hasta la restauración de Sagunto Su paso por la magistratura se distinguió siempre por una severa rectitud y una extraordinaria imparcialidad. Fue un juw insobornable, que jamás claudicó ante la injusticia y el error. EVOLUCION POLITICA Ante texlo, Agustín Aymar era un hombre integro. Al restaurarse' la monarquía dimitió espontáneamente de su cargo de juez municipal. Mas en aquellos instantes eruciales para la historia de nuestro país, al igual que otros ilustres hombres, Aymar no dudó ni un solo instante en aceptar la nueva situación e ingresó en las filas dvi partido liberal acaudillado por Sagasta J que en Barcelona movilizó a tantas ilustres penonalidades, comen z«t»do por el alcalde- 40 —