ARTE Y ARTISTAS LjV PUBLICIDAD 9 Suplemento artístico de LA PÜBLieiDaD Bodegón, do j. Gris Escrito expresamente para LA PUBLICIDAD En la ya casi lejana época en que los ¡ Üiarios iluslrados se burlaban de lo que j -■. pk'ctí.-.ü Uaiaai- el iCjibismoi, puesto que «asta palabra incompleta y aúu a veces eüTÓiic:: debe designar el inélodo de los artistas que presentamos, era necesario erp&ícar, cojnejitar las nueias ideas y luchar para imponerlas. Ya no so trata de lo mismo en la hora pres^níe, 1.a inmortal tontería de La Bruyérc: iTout est dit el l'ou vient trop lard», ha ct-sado de ser lomada seriainenlo y nadie. y ya no raíste más lugar para los soñadores, y ya ha pasado c-1 íieiiipc en que J. J. Rousseau podíit imaginar un id.r.',i de lú Sociedad ante:, de habrrla estudiado tal como era, Pero los pintores modernos han producido to.ios sig^-cü'.io es;e error, y además no han qucrí'Jo nunca hacer proceder a IOS métodos ariísüeos según los métodos cicnlil'icoSj como en todo tiempo lo han comprendido tan bien los ingenieros }y los arquitectos, y es a estos defectos a lo cjuc deben la idurea mediocritat de sus producciones. Los artistas que presentamos, cuidándose poco de agradar a la nobleza del Faubourgr St. Honoré, han trabajado para fruición de la «élite». Esta «élite? de hoy día, ha llegado a ser el conjunto de aquellos que quieren tomarse la molestia de pensar, y a la vez cree firmemente que el artista debe hacer algo más que sentarse, después de haber almorzado bien, ante el caballete, para pintar alguna apetite femme», esperando la hora del «aperiüf» o la del banquete que ha organizadoCon justicia se estima hoy día que el artista debe al mismo tiempo que ver. pensar mucho, y sobre todo concebir el objeto que tiene la intención de representar. El fin de la pintura o de la escultura no es, — y esto no se repetirá nunca bastante, — la imitación servil de la naturaleza, sino mejor su traducción, su interpretación siguiendo los medios intelectuales del artista y siguiendo las tendencias de su tiempo. La imitación tendrá, si se quiere, un arte propio, un pequeño arte, pero an arle que sólo puede representar la fotografía. Ei pintor y el escultor deben crear, y para esto deben proceder conforme a métodos diferentes al de la imitación. Cuando el hombre quiso volar, el error de [a imitación le meító de momento a copiar los movimíenlos del pájaro. Por ello ícaro y nuestro moderno Adcr se engañaron completamente. No eran precisas las nias balienles a los aeroplanos, sino un trozo de madera que girase. Y así Fultou no puso piernas a su vaporcillo, y por esto la falta de clarividencia que rciurdó ct vuelo del hombre, lia dejado a la pintura y a la escultura en este marasmo del que se busca hacerlas salir en nuestros días. Los que quisieran ayudamos, desearían sin duda conocer los principios que nos lian guiado; y es por lo que ensayaremos de presentar sucintamente algunas de las ideas que han presidido en la ejecución do las obras expuestas. Por regla general -los pintores y los íïscullores llamados Cubistas, han buscado él proceder, para las artes de la pintura y de la escultura, siguiendo esta ley de la Síntesis que gobierna toda csp pos pueden sufrir modificaciones Bensibles; la dinámica de un cuerpo puede influir sobre la estática de otro o recíprocamente, porque dos objetos pueden ser independientes unos de otros». Entre ellos tienen radiaciones que el artista debe determinar, tienen atracciones y repulsiones semejantes a las que existen entre los elementos que unen o [separan sus afinidades químicas, tienen, en definitiva, relaciones radio-activas como las que .tienen los hombres entre sí, Y como en cada pbjeto, «aunque sea inanimado», pueden (encontrarse elementos estáticos y dinámicos, estos objetos se traducirán en la tela por medio de líneas diversas ocasionadas por sus fuerzas íntimas, racígínales, q derivadas de una influencia» He aquí especulaciones que sobrepasan necesariamente el entendimiento de Vauxcelles, pero su refinamiento y su delicadeza han seducido a los espíritus más tinos y hasta a los más sensibles, {xues es aquí on donde interviene precisamente ta sensibilidad. Cada artista, siguiendo, su temperamento y sus concepciones pictfc ricas, dará a las líneas las dírecclonea que juzgará necesarias. En esta parte de la obra es donde más se afirmara la personalidad, es en la quQ el pintor o el escultor se dejará deminac más por lo arbitrario. Es en este punta culminante, en una palabra, donde oreomoa debe hallarse la plena manifestación Oel Arte. Más «endémicos que los académicoa, nnestroi pintores han UfivadQ la ob«eml gtón « os ritt» Bm msoum Désnudos, cuadro da Metzmgm además los oolores en sus relaciones con las formas para determinar fesactamento Jas medidas y cualidades de las formas diversas que cada una de ellas podía dar al mismo objeto. Todo el mundo sabe, hasta las modistas, que los rayados alargan los cuerpos, los negros los disminuyen, los blancos los amplifican; únicamente los pintores no lo habían tenido jamás en cuenta. Estos ejemplos comunes de observaciones nuestras en cuanto han tenido el cuidado de la exactitud los pintores Cubistas, y como son hasta más «pompiers» que los miembros del Instituto. Bajo el favor de estos principios, pobremente expuestos (se necesitaría un volumen para ser completoX esta notable pléyade de artistas ha intentado despojar a la pintura y a la escultura, de la» fórmulas erróneas qué han causado las lamentables producciones de los artistas modernos. Muchos de ellos han llegado a dar sin duda obras honorables, pero han sido los quo dotados de una cierta nobleza de espíritu, habrían podido— si hubiesen querido mirar no solamente con los ojos del cuerpo, sino con los del espíritu— liberarse de prejuicios y renovar su arte. «% JEAN METZ1NGER es la encamación del verdadero pintor francés. Los franceses, a causa dé su recelosa inteligencia no han tenido nunca artistas geniales; han poseído, sin embargo, artistas de gran talento. Metzinger es ,uno de ellos. Todo es en él da rielad, buen gusto, orden, elegancia y nobleza. No va en busca de la aventura porque teme los excesos. Guarda una actitud de mesura rigurosamente determinada y cierra de antemano el paso a las investigaciones un poco peligrosas en las que su espíritu penetrante podría comprometerse. No es preliminar su arte y dice tan sólo lo que sabe, y conviene advertir que sabe mucho. El único reproche que podemos hacerle es el de que no posee una suficiente sensibilidad. Sin embaigOk debemos a esta sensibilidad un poco fna y fde aquí, necesariamente algo pomposa cuando intenta manifestarse, esta extraordinaria «nature morte», tan rijeamente ordenada. Jean Metzinger, ha sabido adaptar magníficamente al gusto francés los principios de la Escuda,* algo rigurosos en principio, lo cual es muy acertado y denota que Francia, el país de la mtesur^ y de los hombres hábiles en exceso, es muy reaccionaría en todo lo que con las Artes se relacione y, en cambio, es la jpómera en el dominio de las Ciencias. No podríamos reprochar lo mismo a Juan GRIS. Dotado de una extraordinaria sensibilidad, de la cual est5 avergonzado, ha procurado reducirla por medio de fór¬ mulas científicas manejadas, por. ^ coa! una desconcertante habilidad. Su pintura un poco fría, agradará a los espíritus investigadores, difíciles de satisfacer comp él, y enemigos de todo lo que sea banal o rutinario. Juan Gris descompone hasta la infinito los elementos mismos en elementos, busca eü. incesante resultado con la ayuda de ecuaciones muy ingeniosas, y lo peor es que muchas yeces lo descubre. Su amor por los descubrimientos y por la precisión le ha permitido resolver de una vez casi, todas las fórmulas de la Escuela y le na servido para el descubrimiento de muchas otras. Sus discípulos tendrán en su obra un terreno rico para explorar, ya que es el autor de teoremas pictóricos que se tendrán seguramente en cuenta en. las venlde.cas Escuelas. A. causa de ello, sin duda, M. R. AJiard, ordínariamente mejor documentado, dijo un día que las obras de Juan Gns eran insignificantes. Algún día le pesará, haber lanzado esta afirmación. Juan Gris, tiende de un tiempo a esta parte, a dejar en sus obras mayor espacio a la sensibilidad, pero lo hace muy a pesar suyo, A pesar ¿le todo, y fíe su personal opinión, admiraremos sus más recientes dibujos y sobre todo ese «Jeune hoçaune en nabit» de una gracia tan juvenil y turbadora, que hace presentir que si Juan Gris muy atrevido, logra combinar con una mesura adecuada su inteligencia con su sensibilidad, será, sin duda alguna, uno de los .meyores pintores de nuestro tiempo. ALBERT GLEIZES, da pruebas de una riento sensibilidad. El «paysage» cpie expone es de una frescura y de un ritmo fogoso que seguramente no satisfarían el espíritu de Juan Gris. Quizás, Albert Gldzes se abandona demasiado a la fantasía y de aquí que puede reprochársele el defecto contrario al que condenábame* ea Juan Gris. Y efectivamente, hay ciento abandono, la sensibilidad desborda, el retrato de M. Nayral es una prueba de ello. Que M. Gleizes contenga su imaginación, que la discipline, que descomponga un poco más los dementes de sus cuadros, alcanzarán éstos nn más devado aspecto y una imiriad que hoy día lea falta. Con las cualidades pidóricas qua ha demostrado poseer, nos hace un poco el efecto dd discípuloi muy inteligente que no quiere darse la peni de aprender (y que confía tan sólo en su vivacidad cw espíritu para coordinar las cosas que nq conoce bastante a fondo, M. DUQHAMP, ha querido damos, dfl nriUner momento, un ejemplo dd erroi? futurista. En el «Nu desoendant lescoUcrt^ Los futuristas han tomado uno a onu lo^ métodos de nuestros pintores, escogiendo oomo ideal principal uno de dios qm^ que no es considej>od como primormaj raiMtiá. da eiauaa