Siglo I. N.* 33 Barcelona 16 Setiembre de 1883 N.* 33 ASo i. EL BUSILIS PERIÓDICO POLÍTICO QUE SABE DÚNDE ESTÁ Se admiten auscriciones para fuera de Barcelona. Trimestre, 6 rs. — Semestre, 9 rs. — Da año, 18 ra. Número suelto en el llano de Barcelona, dos cuartos, fuera de él, dier céntimos de peseta. Números atrasados, medio real en toda España. REPUBLICANO SENCILLO DE LOS DE Á MACHA MARTILLO. Director: DANIEL ORTIZ. ADMINISTRACION: Ramalleras, 27, piso 1.°, esquina á la calle de Taller». Se admite» suscriciones en el kiosko de la Rambla frente i la calle de Fernando. Despacho: de 10 á 12 de la mañana. SIN TREGUA. Pues señor, ya no cabe dudar de cuál es el enemigo más terrible que la situación tiene á su frente. Se sabe ya que es la prensa. Los gobernadores, hace poco, la suspendían y multaban. Los alcaldes de monterilla se atrevían con ella, llevándola é los tribunales y suspendiendo publicaciones ab ir ato. Fiscal ha habido que snle á denuncia diaria, y á veces ha denunciado dos periódicos en un día, y en ocasiones tres. Oigamos si no al telégrafo: « Ayer fueron denunciados: La Nueva Era, de Cá» diz, SIETE VECES; Él Posibilista y El Alabarde» ro, de Sevilla; El Cabecilla, de Madrid; este último » por su caricatura. » Y por si algo faltaba, abrimos La Correspondencia de España y leemos este párrafo, que forma parle de un suelto en el que se trata de lo ocurrido en el último Consejo de ministros: « La conducta de una parte de la prensa de provin» cias, estudiando la cuestión militar y otros proble» mas de carácter social y político, con propósitos a pa» rentemente poco generosos para el interés de la pa» tria, podrán determinar alguna disposición del Go» biorno, de carácter escepcional. El ministro de la » Gobernación, que estudia atentamente el desenvol» vimiento de la prensa, ha podido informar sobre es» te asunto con gran competencia. » Todo, pues, respira entusiasmo bélico, y ministros, alcaldes, gobernadores y jueces, andan por ahí precipitados, persiguiendo periódicos sin dar tregua al reposo ni descanso al cuerpo. Si ven ustedes por la calle algún par de aulorida • des, deténgalas y prcgunlen: — ¿A qué redacción van ustedes? Y los verán bajo el gabán la orden de secuestro y el aviso de denuncia, y quizás el cordel para llevarse «lados, primero los ejemplares, y más laido los redactores. Con que todo ese entusiasmo se empleara ahora en perseguir ladrones y asesinos, el año que viene no se encontraba un malhechor en todo el orbe fusionista. ¿Seremos en efecto los periodistas tan malos, tan perjudiciales, tan enemigos del órden y do la sociedad, como revela el encarnizaniienlo con que se nos persigue? Nosotros Ufemos dado ahora en la manía do mirarnos al espejo, y no nos encontramos tan feos como el Vizgo (véase á este jefe de los taruguislas), ni tan procaces como los periódicos La Iberia y Zos Debates (véase la colección de estos periódicos, 1877-78 y 79), ni tan insistentes como las irre¡juLaridades administrativas (véase cualquier periódico de dos años á esta parle). Sin embargo, el Gubierno ha creído necesario alzar su voz en medio do la lucha, y ha gritado ;á ellos! alentando á las demás autoridades que nos persiguen. Y aquí se nos ocurre una pregunta: ¿Lee el ministerio presidido por el antiguo periodista Sagasta, la prensa de estos días? Es de suponer. En ese caso habrá leido noticias de robos, cuyos autores no han sido habidos. Noticias de los timos que se dan diariamente en toda España. Noticias de los partidas de ladrones que asaltan los trenes. Noticias de los fondos que huyen con sus guardianes. Noticias de los presos que se escapan. ¿Y no se le ha ocurrido al gobierno la publicación de una circular excitando el celo contra esos crímenes? ¿Y se le ocurre a un ministerio en que forman mayoría los periodistas Sagasta, Romero Girón, Gullon, Gamazo, y Nuñez de Arce, emprenderla contra el periodismo? La pluma se cae de nuestras manos al ver la conducta que siguen los que ayer compartían con nosotros las mismas persecuciones de los gobiernos conservadores. • • • • • • • • • • • • • • Otra pregunta se ocurre al que observa el entusiasmo con que todos esos fusionistas afilan sus armas contra el periodismo. ¿Tan fuerte es la prensa, tal superioridad ejerce, que requiere para dominarla tantos aprestos y tantas oscitaciones? Y no hay sino leer á nuestros colegas. Noticias diarias de periódicos denunciados por el fiscal. Y de periódicos condenados por los tribunales. Y de periódicos multados por gobernadores. Y de periódicos suspendidos por alcaldes. Si esas noticias se publicaran con orla negra como los corresponde, los periódicos parecerían cementerios. Resulla, pues, que la cruzada se ha formado contra lo más perseguido, lo mónos fuerte, lo más sujeto, lo más agarrotado que en la sociedad contemporánea existe. ¡Oh valientes ex-compañeros! ¡la civilización escribirá odas y levantará estátuas á vuestro heroísmo! Lo gordo es que á pesar de ese ejército de gobernadores que no conocen la provincia, y de polizontes que no saben cojer ladrones, lo gordo es, que ha de llegar el día en que eso mismo gobierno se exponga al público metido en un atahud, amortajado do fraile, y rodeado de blandones, y al pararse delante do la reja los curiosos transeúntes y preguntar al que dospavila: — Diga usted ¿do qué murió? Contestará el guarda-cadáveres limpiándose las lágrimas con un número de La Iberia: — De un ataque de la prensa. Porque los tiempos cambian y como dice la copla « Ninguno cante victoria aunque en el estribo esté,» etc. CABRA. 1 — En aquellos tiempos Jehová llovía día y noche calamidades de mayor cuantía sobre la Tierra. 2— Justo castigo á la perversidad de los hombr.-s y de las mujeres. 3 — Guerras formidables; por miles los hombres quitaban la vida á los hombres, por miles. 4 — Inundaciones de gran espectáculo conmovían al mundo; y el mundo organizaba grandes diversiones y la gran calatnidad era el protesto y los auxilios no llegaban a los desgraciados; un insiglicante tanto por ciento, si llegaba. 5 — En grandes hundimientos, los ricosque abandonahan su hogar, buscando aguas medicinales para prolongar la vida, encontraban dolorosa muerto. 6 — Y disponiendo de los volcanes, hácia la Muerle en un dia, la larca de todo el año. 7 — Y la Tierra estaba desordenada y las tinieblas oslaban sobre la haz del ubismo. 8 — Y hasta los reyes salían de sus dominios é iban á los dominios de oíros reyes y aun atravesaban felices territorios no dominados por reyes. Y eran recibidos asi, asi. 9— Y quiso Jehová castigar á un pecador llamado Ca¬ bra que consideraba á los judíos tanto como á los que no lo eran, y no consideraba y respetaba á parientes ancianos, considerados y respetados. 10 — Y entre Cabra y el anciano considerado y respetado era la mañana y la tarde un infierno. 11 — Y dijo Dios: sea Cabra inoportuno y caiga en ridículo: haga una plancha. 12 — Y Dios le hinchó la vanidad. 13 — Y Cabra organizó festejos que solo celebran hombres superiores; los más inferiores quince codos más superiores que Cabra. 14 — Y Cabra era hombre de pocos amigos. E invitó á estos pocos y á los conocidos. Y con amigos conocidos y desconocidos reunió los suficientes. 15— Y dió órdenes á su tesorero. 16 — Y las puertas del arca de los caudales de Cabra se abrieron de par en par. 17 — Y el despilfarro fué tal, que los pobres de diez leguas á la redonda lloraron lágrimas de sangre. 18 — Y Cabra quedó cubierto con las vestiduras del ridículo; con traje completo quedó cubierto. 19 — Y dijo Dios: quede Cabra condenado á ridicula perpétuo. 20— Y fué asi. UN CONSEJO AL AIRE LIBRE. (La escena en Madrid) En calidad de respiro fué la otra noche muy sério el difunto ministerio al Jardín del Buen Retiro. ( — ¿Por qué difunto? — yo sé que preguntaran de cierto. — Porque el gobierno está muerto aun cuando el muerto está en pié.) Las manos en las solapas, los ministros so sentaron y al principio solo hablaron: — ¡Vaya unas hembras! ¡quéguapas-' Pero á poco el Presidente les dijo á sus compañeros: — Me parece, caballeros, que este es un sitio escelente para poder celebrar un consejo. — Buena idea! — Usted general, desea... — Si, señores, deseo hablar. — Pues suelte usted la sin hueso que todos somos oídos: — Sepan que oslamos perdidos! — Y es para decirnos eso... — La prensa ministerial hoy contra mí se desborda, y yo voy á armar la gorda. —No grite usted, general. —Dispense usted D. Mateo mas la cólera me exalta. —A usted general, le falta tener mas calma. — (¡Te veo!) —Comprendo que no le cuadre la prensa que le provoca, mas vaya á lapar la boca á los hijos de... su madre. — Si usted me hubiera dejado gobernar á mi manera, a todo aquel que escribiera y no fuese de mi agrado... — Terminemos la cuestión y vamos á lo importantepara seguir adelante