LA ACADEMIA IIALASANOÍA 475 Nadie conoce como León XIII los principios regeneradores y los elementos deletéreos que pugnan en los organismos sociales cúhterápóránebs; y por esto nadie se halla en mejores, ni siquiera en iguales condiciones, para avalorar la reacción saludable que se está operando frente á frente de los proyectos anárquicos y deraoledores que amenazan sepultar nuestra moderna cultura bajo un montón de humeantes ruinas. Sobre que, él gran Pontiíice no se ha limitado á seguir el curso de los acontecimientos contemporáneos, sino que, con sus audacias admirables y sus irresistibles iniciativas, los ha en gran parle promovido, mereciendo que se le haya llamado el excitador de la opinión pública, á la manera que Mr. Renán llamó al insigne Dupanloup el excitador de las almas. Lá sociedad se dirige hacia los ideales que El le propone, convencida de que asi se verán satisfechas sus generosas asiDi ración es. Cierto que algunos diplomáticos eminentes, como Richelieu y Bismarck, han logrado renombre muy sonado y fama de habilidad singularísima, porque han sabido provocar los acontecimientos más favorables á los éxitos de su política; pero nadie ha conseguido como León XIII insinuarse en las inteligencias y dominar en los corazones, imponiendo al mundo sus convicciones personales, deteniendo el avance de seculares preocupaciones y promoviendo una corriente de amor y de simpatía hacia ideales nuevos, ofrecidos como bien supremo de los pueblos y de los gobiernos. La unidad y la continuidad son las dos grandes leyes que presiden al nacimiento y al desarrollo de las obras durables: la unidad de plan y la continuidad en la acción. Todo el Pontificado de León XIII se recomienda por esas dos cualidades, Desde el día de su exaltación á la Cátedra de S. Pedro, hasta la hora presente, la misma inspiración domina y gobierna todo su Pontificado. Su tesis, la tesis de toda su vida sobre la sociedad, sobre la independencia del Pontificado, no ha jamás variado. La unión de los católicos, la armonía entre la religión y la democracia, entre la ciencia y la fe, la grandeza social de la Iglesia y del Papado, la independencia de la Sania Sede; tal es el programa que se ha propuesto realizar León XI II, y á cuya realización ha subordinado sus prodigiosos talentos, sus inagotables energías, sus prestigios asombrosos. Esa unidad y esa continuidad han engendrado y desarrollado la eficacia, que siempre sigue á aquéllas. Cada obra que reviste los dos primeros caracteres, tiene necesariamente qué revestir el tercero, porque la unidad y lá continuidad llevan en su seno el germen de la eficacia. El Papado es inmortal y siempre joven; pero cuando el hombre que lo ejerce ensancha y engrandece sus funciones, se convierte en el alma que inspira y dirige al mundo. Y tal es el Papado en el presente momento histórico. Asi lo reconoce León XIII en los discursos que, dirige a ios peregrinos que de todas las partes del mundo llegan á Roma.