250 La Academia Calasancia de Albi, que, para curar, habían menester de médico entendido y de enérgicos remedios. Nadie como Domingo daría con el diagnóstico de la enfermedad, porque ninguno como él entendía de achaques y padecimientos del alma; ni le aventajó nadie en el modo de hacer la anatomía y la disección del error Albigense, para lo cual se declaró, como San Gregorio Magno, enemigo de la homeopatía espiritual y decidido partidario del aforismo latino: contraria conlrariis curantur: los contrarios se curan con sus contrarios. Con la pericia del mejor de los médicos manejó el escalpelo de la moral, levantando músculo por músculo y nervio por nervio la complicada máquina del enfermo organismo Albigense hasta dar con el principio del mal que le aquejaba y descubriendo allá, dentro de su pecho y de la guarida del vicio en que yacía postrado, cosas feas y cosas espantables, producidas por la fealdad de la culpa. A través de un exterior agradable, descubrió Domingo un interior horrible; á través de la piel, regalo de los ojos, vió Domingo tumores y llagas hediondas. Por fuera eran los Albigenses sepulcros blanqueados y por dentro estaban llenos de gusanos y podredumbre; el exterior era vistoso y trascendía á regalados perfumes de santidad, y el interior horroroso y exhalaba los miasmas del vicio. Vió Domingo que la enfermedad principal de los Albigenses era la simulación, que sólo sirve para perjudicar y engañar á candorosos, como sucede con la moneda falsa. Pero ante Dios y los sabios esta moneda no pasa; en el cielo no hay hipócritas y entre los prudentes se conoce pronto á los fingidos, moneda falsa y polilla de la virtud. Un vestido apolillado parece que está sano y entero, pero se le cepilla y usa, y se ve en seguida que está lleno de agujeros, es basura. Así sucede con los hipócritas y simulados; parecen hombres de bien y"que están sanos, y son las polillas de la virtud; se los trata y somete á prueba y al punto se ve la falsedad del hilo con que zurcen la trama y urdimbre de su vida, que al me - ñor toque se desbarata, se deshace y rompe como polvo deleznable. Otro de los padecimientos del Albigense era la egolatría,