eer íniitil á la Nación nn caudal de conocimientos de que tanto necesiia , y es exasperar á unos hombres que se miran ajados con tanta injusticia. Busquemos á los buenos donde quiera que se hallen y llagamos amable la Constitución á los que la miran con desconfianza." La advertencia que hace el autor en este lugar, parece que debiera haberla hecho al principio, donde hubiera evitado muchas equivocadas inteligencias. Ha ido recorriendo las clases llamadas anticonstitucionales ; á todas las ha hallado inocentes, y adictas al nuevo sistema; y ahora nos habla de sus enemigos, que no sabemos en que clase se comprenden ni de donde han salido. Ya desde el principio nos debiera haber dicho que su clasificación se dirigía no á librar de la tacha de anticonstitucionales á todos los individuos de cada clase, sino á probar el ningún fundamento en que se apoyan los que estienden su acusación á toda la clase en general. En unas hay mayor número de constitucionales que en otras ; pero los delitos son siempre de los individuos y nunca de la corporación. Este es el punto general en que convénimos con el autor. nFalta ya solamente la 6.a clase que comprende los no afectos por ignorancia en la que deberá contarse el pueblo; pero no todo debe considerarse en una misma clase: unos aman ya la Constitución por que se les han hecho conocer las ventajas, otros ni lian sentido siquiera la mutación del sistema, y los demás apenas pueden considerarse mas que en Un estado de indiferencia, y sin saber si deben amar ó detestar unas instituciones que no conocen todavía. Estos serian los mas temibles en todo caso, pero ni es fácil conmover al pueblo , ni el se mueve regularmente sino cuando es estremo el mal, y aun temen otro mayor. Procuremos con todo que no se valgan de su falta de conocimiento los que tienen mas perversidad y mas astucia , entretanto que esperamos que las utilidades de la constitución Je decidirán á favor de ella." Conformes en este dictámeu, tenemos que añadir que no debe temerse la ignorancia del pueblo con respeto al actual sistema , miéntras los RR. paño* eos abriguen los buenos sentimientos que corresponden á un celoso pastor de aquellas almas. A los párrocos pertenece !a conservación de la pública tranquilidad cu sus feligresías, á ellos el instruir á les que ignoran las ventajas del nuevo gobierno, y ellos son responsables ante Dios, ante el género humano, y ante la Nación de los desórdenes á que la estupidez conduzca á su pueblo. Respetado como la persona de mas consideración , y depositario de las conciencias particulares, puede llevar al pueblo por el camino que quiera. Si manifiesta una decidida afición al gobierno que nos rige , si esplica los principios en que se fundan nuestros derechos y deberes-, si exona á la paz y t)l respeto á las autoridades , es imposible que aquel pueblo no ame la Constitución, primero por autoridad y después por convencimiento. Pero al contrario un cura fanático que en su conducta y sus discursos se mueslic descontento de las operaciones del gobierno , que mire con indilerencia la instrucción civil de su parroquia, que abone los abusos que deben destruirse ; este puede precipitar á la ruina á los hombres de cuya salvación está estrechamente encargado. No temamos pues la ignorancia de un pueblo piadoso miéntras sean despreocupados los que egercen sobre él una saludable influencia. uMiren ahora cuanto mal hacen á su patria cuantos por su intolerancia desconocen el perdonar , y loa que con sus insultos alarman á clases anteras 1 poniendo contra ellas las demás. Ellos quitan que la constitución sea unánimemente amada y al paso que tamo muestran temer á los clérigos y ú los nobles les ofenden cada día, y les prestan armas paraque sea mas eficaz su influencia sobre el pueblo- Ellos arman unos españoles contra otros, impiden la uniformidad de senlimienios, y van á iormar tantos enemigos de la constitución quantos se ven maltratados por su causa. Ellos quieren privar á la España de una multitud de hombres sabios solo porque cumplieron con su obligación. 6 á lo mas erraron quando era licito errar, y porque pertenecen á esta ó á aquella clase del estado. La España necesita unión y dirección, y uno y otro le quitan esos hombres que quieren pasar por constitucionales. Si lo son sus deseos , no lo son sus escritos, y no basta ser constitucional para ilustrar al público. Obedezcan, que es su obligación, y no convertirán contra la patria el amor de que blasonan. «Si estos por fomentar la desunión dificullan el establecimiento del sistema, lo hacen igualmente aquellos que por su exaltación se adelantan al gobierno dictándole las medidas que según sus ideas debe adaptar, y acechan continuamente para criticar sus operaciones. Esto es sacar las cosas de sus quicios , es tomarse una autoridad que no se tiene, y romper la cadena que nos debe unir con el gobierno. Y si esto sucede j en donde estamos ? No habrá quien mande ni quien obedezca, el gobierno se verá desacreditado y sin autoridad , y nos hallaremos ciertamente en la mayor anarquía. A esto caminan cuantos bajo el pretesto de velar por la Constitución quitan la libertad al gobierno, y le hacen sospechoso al pueblo." Es indudable que muchos escritores, en cuya igi» norancia misma se funda la popularidad que han adquirido, han contribuido mas á desunir y destruir que á unir y edificar. Sin embargo es muy equivocado que los escritos particulares puedan prevenir al gobierno y forzarle á tomar resoluciones , según los deseos y la opinión del escritor; Ya se acabá el tiempo en que ni aconsejar era lícito: el mas precioso don de un hombre libre es poder someter al gobierno las ideas que conciba en favor del bien general , advertirle con decoro en sus estravíos, y apelar al tribunal de !a opinión del pueblo soberano, cuando el clamor universal sea desoído. Muchos lo han hecho ya : pero por desgracia algunos con mas grosería que firmeza. El defecto está en los escritortjs no en la facultad de escribir. La vehemencia de los discursos ha sido una necesaria consecuencia de las circunstancias en que nos hemos hallado. Los primeros momentos de la libertad son siempre peligrosos; pero después sucede una pacífica calma , bien asi como un rio caudaloso que detenido por mucho tiempo por un dique, sumerge anchameute sus orílias cuando lo rompe, pero vuelve después á su lecho natural , y prosigue tranquilo su magestuosa ca'rrera. «No quiero hablar de las juntas patrióticas de las que se ha dicho ya bastante : Solo advertiré que si sen puras las intenciones de los que actualmente las componen, no lo será la de los perversos que tienen la misma libertad de juntirse y =¡ los primeros nos dirigen bien, los segundos nos harán ciertamente mucho mal , y esto de cousiguíente juzgue cada uno á donde podrá conducirnos." No podemos aquí dejar de admirar la originalidad del autor, que después de haber desv.mccido los indicios que recaen sobre los designados por la