con las acciones , que con las palabras. El aftivo , y eficaz len- guagcdc los ojos, cxprcíTa aquelles afcftos^quc encicrra cl co» razon, y que tal vcz, aun vencido aqucl primer vergonzofo reparo, no podria manifeftar la mas inftruida locucion. Aqucl que, prefumierdo de Cupido, pública la ceguedad con que prefierc eftc entretenimiento à tantos otros , que fin fatigar fu cntendimiento podian inftruirlc, tal vcz cn lo que parece que bufea, no felicita cl acieito, pues con él fe acabaria fu ingeniofa diverfion. Confieífo , que con gulto me introduciria por eslabon de eífa cadena, ò centro de cllc circulo j pero la violenta pafllon , que me inclina , no obílurece al natural difeurfo, que mt duia lo veridico , y precave de lo peligrofo. Hfto me parece, Amigo Don Prudencio, y no prefumoenganarme, quando hablo contra el difamen de mi apetito, y c6nforme al de mi entendimiento. Bkn ji.zgas , dixo e'l ; pero fi tu difcurfo advierte cltos peiigros , íuperando a las pafliones, tambien configuen eltas difaiinuirlc la deforraidad de los objetos. Aun eíla cl dano mas interiorizado de lo que crees, y cs mas contingente el ricfgo en cftas diverdoncs. Raro modo ha encontrado el vicio para disfrazarfe con cl decente trato. Siemprc fc iuzgó lo peligrofo de una ocafion por ia falta de teftigos, y aquí la prefencia de tantos no minora el contagio, por- Íiuc à todos fe extiende. Dcíca.quicn logra alguna hbcrtad, que can ocultas fus acciones , y aquí lo configue entre tantos por Ja ceguedad de todos. Sin que exteriormente fc vulnere la do*cencia obra el incendio interior , y es el fuego tamo mas activo, quanto es imperceptible. El mifmo que padecc cl mal, no Ic comprende las mas veces , pues , recreado cl animo , recibc entre un amoruíb deleite al mayor coemigo de nucftra quietud , interiorizandole cn el corazon, hafla concederle fu abfoluto dominio. Aífi fe enagena cl hombre de fu propria voluntad , y por /uftocaftigo de ta) locura , no pnede recobraria facilmente, aunque IOÍ repetidos defenganos Ic obliguen à fufpirar por ella. Reconoec fu efclavitud, quando efla tan ligado à la cadena , que incapaz de defccharla, ni aun puede huir, fmo cou torpes palfos , impedides con cl pefo de tanto hierro. Andc la Rueda, dixo Don Lindoro, y al pnnto fe puficron rodos cn movimiento circular , hafta que fc mfpendió a la voz del mifmo. Aquí fue cllo. Comenzó la tentacion dclcepillo; à uno Ic barrian los vigotes, à otro le agachavan las narices , ajandülc à otro la vaudad con zuiadcule los bucles. Las Se-. norir ■